El país cuenta con todas las condiciones necesarias y el potencial para seguir creciendo y consolidarse como un actor estratégico en el escenario global.
Como primer punto, la ubicación geográfica privilegiada de México es uno de nuestros principales activos. Al ser vecino de Estados Unidos, formamos parte de una región económica —junto con Canadá— que representa el 28% de la actividad económica mundial. Además, los casi 50 tratados de libre comercio que tiene el país, nuestra riqueza natural y cultural, y sobre todo el potencial humano, nos posicionan como un aliado clave en el comercio internacional.
Algo que me resulta importante destacar es que, en México, existe cierta percepción de pesimismo sobre nuestra situación económica, mientras que, fuera del país, la mirada es distinta. Cuando converso con inversionistas internacionales en plazas como Londres, percibo un gran optimismo sobre nuestro futuro.
El nearshoring no es algo nuevo para México. Desde los años 90, con la firma del TLCAN, logramos desarrollar ecosistemas industriales muy robustos y un know-how en sectores estratégicos como el automotriz y el aeroespacial. Esto nos coloca en una posición privilegiada frente a otras naciones que apenas comienzan a explorar este modelo.
Lo que estamos viendo ahora es una aceleración del nearshoring, impulsada por factores geopolíticos y los cambios en la gestión de riesgos tras la pandemia de COVID-19. Las empresas necesitan acercar sus cadenas de suministro a los centros de consumo, y México se presenta como la solución natural. Las cifras de la Inversión Extranjera Directa lo demuestran; además, la demanda de espacios industriales ha crecido exponencialmente en todo el país.
Para aprovechar estas oportunidades, México debe seguir apostando por el desarrollo de infraestructura. Necesitamos garantizar que contemos con la capacidad suficiente en carreteras, puertos, electricidad y acceso al agua para acompañar el crecimiento proyectado y atender las demandas de la industria.
Creo firmemente que el éxito del nearshoring en México depende de lo que llamo las cuatro hélices:
- Políticas públicas:Es fundamental garantizar certeza jurídica, estado de derecho y estabilidad macroeconómica. México tiene finanzas públicas sanas y un banco central independiente, lo cual genera confianza entre inversionistas.
- Participación empresarial:Los empresarios mexicanos han mostrado un fuerte compromiso con el país, invirtiendo y fortaleciendo las cadenas de valor. Desde Banorte, observamos entusiasmo en sectores como vivienda, servicios, industria y agroindustria.
- Educación:Nuestro bono demográfico es una ventaja competitiva que debemos aprovechar. Es necesario formar talento especializado, sobre todo en ingeniería y áreas tecnológicas, para cubrir las demandas actuales y futuras del mercado laboral.
- Sociedad:El desarrollo debe ser sustentable y socialmente responsable. Las estrategias ESG han dejado de ser opcionales para convertirse en un requisito indispensable. Empresas líderes ya trazan sus metas al 2030 y 2050, lo que facilita el acceso a capital internacional y promueve prácticas responsables.
México tiene todo para capitalizar este momento. El desafío está en trabajar de manera coordinada y sostenible para asegurar que esta oportunidad se traduzca en prosperidad compartida y crecimiento económico de largo plazo.
* Director general adjunto de análisis económico y financiero de Banorte.