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Por fortuna, los mercados inmobiliarios de Centroamérica y el Caribe continúan creciendo; aunque aún enfrentan diversos desafíos para desarrollarse plenamente durante 2020. Hasta antes del brote de COVID-19, el pronóstico de actividad económica en Costa Rica, vinculada al sector de la construcción de 2019, fue mejor respecto a años anteriores. Y es que hubo una recuperación tras varios periodos de arrojar cifras negativas.

Bajo este tenor, desde octubre de 2015, los números habían cerrado en negativo; sin embargo, en 2018 hubo una recuperación del 1.9% −según el Banco Central de Costa Rica (BCCR)− explicado por el desempeño de obras con destino privado (4,3%), principalmente de proyectos no residenciales. Para 2019, el BCCR registró un crecimiento superior al 1.4%, ante un entorno de menor dinamismo en las actividades de construcción privada, mientras que para 2020, se tenía proyectado un crecimiento de 2.1%, hasta antes de las acciones emprendidas por lo acontecido con el Coronavirus (COVID-19). Bajo este fundamento, el mercado inmobiliario de Costa Rica se encuentra frente a un área de oportunidad inigualable, pues la volatilidad de su situación permite que nuevos inversionistas apuntalen sus esfuerzos hacia esta demarcación.