La actividad industrial en nuestro país no es nueva. De hecho, se origina con la primera transformación de materias primas que tuvo lugar entre las culturas que poblaron nuestro territorio desde los tiempos prehispánicos.
Disciplinas como la artesanía, construcción, orfebrería, cerámica, tejido, y la elaboración de alimentos y bebidas, dieron lugar a los orígenes del sector industrial en México.
Fue con la llegada de los españoles, alrededor del año 1519, cuando la industrialización comenzó a configurarse de manera más profunda. En esta parte se empezaron a desarrollar industrias que tenían la finalidad de explotar los recursos mineros, principalmente, con una serie de actividades correlacionadas.
En la etapa de la Conquista (1521 a 1525), se comenzó a permear nuevo conocimiento hacia esos sectores. Industrias como la minera, textil, tabaco, del jabón y la pólvora, entre otras, se desarrollaron. También comenzó una fuerte inmigración —mayoritariamente de españoles—, que crearon los incipientes mercados de consumo, lo que tuvo como consecuencia la catalización de la industria de la transformación como nunca antes.
Etapa posterior a la Reforma
Durante uno de los múltiples periodos de gobierno de Porfirio Díaz (alrededor de 1890), se dio una de las etapas más importantes del país con el impulso a la actividad económica que lanzó a México sin precedentes al ámbito internacional. La agricultura se orientó a la exportación y producción de henequén, café, cacao, hule y chicle. Las condiciones para la llegada de capital extranjero se dieron mediante facilidades y concesiones otorgadas a diferentes empresarios de Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Alemania. Se pagaron salarios bajos, lo que evitaba la llegada de inmigrantes, y se favorecía el empleo de mano de obra nacional con alta rentabilidad.
En esta etapa también se realiza la construcción y expansión de la red de ferrocarriles concedidos a las compañías extranjeras y el desarrollo de la minería de plata. Se privilegió un sistema económico capitalista que impulsó la llegada de empresas extranjeras que venían a México a beneficiarse de la mano de obra barata, y que además contaba con una gran variedad de recursos naturales, tanto agrícolas como mineros y petrolíferos.
En esta época se potencializó la creación de la industria del transporte, privilegiando el comercio y las comunicaciones, con la implementación del telégrafo y posteriormente, el teléfono, con la instalación de diversas compañías privadas, lo que dio inicio al servicio telefónico de larga distancia.
Auge del sistema eléctrico
Durante esta época, la generación de energía eléctrica en el país empezó una etapa de consolidación importante. En San Luis Potosí se implementó el primer sistema de alumbrado en 1877; en Sinaloa se construyó la primera planta de energía eléctrica; en marzo de 1883, la Ciudad de México inició también su sistema de alumbrado público; y finalmente, en el mismo año, en Guadalajara y San Luis Potosí también se realizaron las instalaciones eléctricas públicas.
Estos y otros acontecimientos económicos y políticos, dieron pauta para que el país entrara en una etapa de industrialización, lo que le facilitó en gran medida su entrada a la arena del comercio internacional.
El comercio, durante la etapa central del Porfiriato, tuvo un notable crecimiento, ya que estuvo orientado de manera fundamental a satisfacer las demandas de productos mineros y agropecuarios requeridos por el mercado internacional. Metales preciosos como la plata y el oro, cobre, plomo; fibras derivadas del henequén; materias primas como el caucho, pieles, maderas finas, maderas para construcción; alimentos como garbanzo, chile, café, frijol, vainilla y azúcar; y una serie de animales de registro, fueron parte de ese intercambio comercial.
A principios de 1895, las inversiones eran mayormente de capital privado extranjero y parte de capital privado mexicano. Los rubros que tuvieron mayor auge en este sentido fueron papelería, textiles, calzado, alimentos, cigarros, loza y vidrio, productos químicos; cemento y siderurgia. Éste último fue fundamental para el desarrollo del país.
A raíz de la Revolución Mexicana y con el fin de la etapa del Porfiriato, el país sufrió un estancamiento importante en materia industrial, la mayor parte de las políticas públicas estuvieron orientadas al campo y en cómo redistribuir la tierra con fines agrarios.
Época postrevolucionaria
Durante el gobierno del General Plutarco Elías Calles, la política agraria sufrió transformaciones más profundas, y se decreta la Ley sobre Repartición de Tierras Ejidales. En este periodo la industria no experimentó un crecimiento importante por las políticas populistas.
Hacia finales del periodo del presidente Lázaro Cárdenas (1940), se crearon las bases para tener la infraestructura necesaria, lo que dio viabilidad a las zonas de producción agrícola con infraestructura carretera y dando mayor conectividad hacia los centros de consumo.
El régimen cardenista se distinguió también por el apoyo otorgado a la actividad industrial del país estimulando la participación activa de los inversionistas mexicanos, aprovechando la crisis económica mundial de 1930, que provocó la retirada de los estadounidenses, cuyos capitales ya no se invertirían en nuestro país, así como la irrupción de la Segunda Guerra Mundial.
Crean las primeras zonas industriales
A fines del sexenio, el gobierno reglamentó la exportación de materias primas, con el objetivo que dichas materias fuesen utilizadas en México bajo condiciones preferenciales. Asimismo, en este periodo se modificó la Ley Hacendaria para fomentar la aparición de nuevas industrias.
A raíz de la Segunda Guerra Mundial, se sustituyen las importaciones para dar paso a la producción de bienes manufacturados nacionalmente. Este es el detonante histórico para la creación de las zonas industriales. Estas se establecieron principalmente en ciudades densamente pobladas, dado que la producción que generaban estaba íntimamente ligada con el consumo interno, y en consecuencia, cerca de los propios mercados.
El proceso de industrialización se consolida a fines de la década de 1950 y principios de 1960; pero fue durante el periodo de años 1958 a 1964, que se brinda un impulso importante al sector industrial. Las fábricas instaladas se incrementaron en niveles de hasta 52%, lo que trajo como consecuencia la primera planeación urbanística para el asentamiento de los primeros polos de desarrollo industrial.
Si bien estos distan mucho de lo que conocemos actualmente como parques industriales, sí tenían la infraestructura que la industria contemporánea demandaba. El ordenamiento implicó cambios en el uso de suelo de la tierra, con lo que se legislaron las primeras reglamentaciones para la construcción de naves industriales.
Sectores detonantes
Los sectores que tuvieron más auge en esta época fueron el automotriz, petroquímica, industria metalmecánica y de papel.
Durante el periodo de 1964 a 1970, el gobierno dio un impulso especial a la industrialización rural, las obras de irrigación y el desarrollo de la electrificación a gran escala. En este periodo cobran más relevancia las zonas industriales dentro de las ciudades que, sin ser los parques industriales como los que existen actualmente, sí tienen un fin bien definido y específico.
También empiezan las agrupaciones de condóminos industriales y diversas agrupaciones que buscan el bienestar común para las empresas establecidas en dichas zonas.
La minería también tiene un resurgimiento. Se le da asistencia técnica a 13 entidades para localizar futuras zonas industriales y promover productos que eran factibles de elaborar en país con condiciones remunerativas; también se concedieron diversos estímulos fiscales.
Etapa industrial en ascenso
El proceso de desarrollo industrial trajo consigo el crecimiento de las ciudades, y por ende, la multiplicación de los trabajos urbanos en la industria y los servicios.
Asimismo, a partir de este periodo se incrementa de manera exponencial el fenómeno de las industrias maquiladoras en diversas ciudades fronterizas del país. Es a finales de la década de 1980 cuando se podría decir que surgen los parques industriales bajo la definición que prevalece hasta el día de hoy.
La consolidación de estos parques se incrementa partir de los años posteriores a 1990, y continúa creciendo de forma vertiginosa en el territorio nacional con la creciente demanda de productos para el consumo interno así como por la globalización.
Nuestro país ha suscrito tratados de libre comercio con más de 45 países, lo que sumado a nuestra privilegiada posición geográfica, ha hecho que la industria nacional e internacional nos vea como un lugar único para la manufactura y distribución de diversos productos.
La integración en las cadenas de suministro globales ha experimentado en México una profesionalización en la mano de obra, procesos de desarrollo de tecnología y optimización de costos que repercuten en ventajas competitivas en los productos terminados, lo que ha traído como consecuencia una importante inversión local y extranjera por parte de desarrolladores industriales inmobiliarios, a fin de albergar diversas industrias que encuentran en México su campo idóneo para el desarrollo.
Texto José Fernando González Rondón
Foto: CUSHMAN & WAKEFIELD