Sus firmas pueden costar entre 1 y 3 millones de dólares, como mínimo, y representan un valor agregado clave a la hora de posicionar los desarrollos asociados a sus nombres. El fenómeno de los campeones de golf que se transformaron en diseñadores de campos de golf comenzó alrededor de 1960, junto al crecimiento del marketing en el mundo.
|CORTESÍA MOON PALACE
Entre los nombres internacionales que más suenan en México se pueden mencionar Robert von Hagge, Robert Trent II y Jr. y Jack Nicklaus. En los últimos tiempos Greg Norman está trabajando arduamente en el país, así como Rafael Alarcón —entrenador de la campeona Lorena Ochoa y nuevo emprendedor en la firma de desarrollos con campo—, y también tenemos ya el primer diseño del campeón David Duvall.
Estos jugadores, que pueden ser arquitectos, no dejan nada librado al azar, y sus nombres son garantía de buen diseño, óptimo mantenimiento y calidad total en un campo. Por todo esto sube su valor y el de las propiedades que los rodean. A la hora de comprar una propiedad en un desarrollo con campo de golf son numerosas las variables que estimulan la decisión del futuro propietario: desde la mercadotecnia hasta la calidad del campo o un diseño que sostenga la imagen propuesta por el desarrollo. El valor de la propiedad termina siendo relativa a la imagen que el campo emite y sostiene.
Greg Norma.|SPORTING HERO
Por eso, la firma de un golfista reconocido sube categóricamente la percepción de valor de la propiedad. Lejos de ser pura mercadotecnia, su nombre aparece vinculado a urbanistas, arquitectos y diseñadores del paisaje, integrándose de este modo en un equipo profesional y vendiendo así su firma. En su contrato se encuentran las cláusulas necesarias para asegurarse de la calidad total, las necesarias para garantizar que el “nombre” cumpla con las expectativas de los desarrolladores y del jugador potencial.
El peso de la firma
La mayoría de los desarrolladores de firma tienen equipos con experiencia en casi todas la áreas vinculadas a permisos, diseño, planeamiento, construcción, marketing y procesos de venta. También dedican tiempo y esfuerzos a encontrar las características más deseables y especiales de cada sitio en la ruta de los hoyos, aprovechando que cada campo es único, por su naturaleza, su emplazamiento, su atmósfera particular y su formación geográfica.
Rafael Alarcón.|SPORTING HERO
Una vez que el desarrollador hace un compromiso de construcción de un campo de nivel mundial tiene que resolver: los greens con estándares USGA (United States Golf Association), el sistema de irrigación apropiado, que los drenajes sean efectivos, entre otros factores, así como contemplar los costos de construcción.
Alarcón expresa que: “Aunque hay que amortizar altos precios, con una firma los desarrolladores saben qué esperar. La gente asocia estos nombres, por ejemplo el de Nicklaus, a una firma de arquitectura muy buena, respetada, con un green fee alto, y calidad en todo sentido, desde el mantenimiento, el diseño, retos nobles y atención de primera clase”. Expresa que, en términos generales, todos los campos que se han hecho en el país en los últimos 10 años son buenos.
Robert Von Hagge.|GOLFSTARTER
Según Norman: “Mientras los honorarios de los diseñadores de firma hacen la inversión más alta, la diferencia se divide al final en el número de unidades de bienes raíces del desarrollo, membresías y rondas de golf vendidas. Considerando eso, la diferencia es muy pequeña y el beneficio de contar con el respaldo de una buena marca es muy alto en cuanto a los esfuerzos de ventas y mercadeo”.
Bienes raíces, motor para el golf
En la mayoría de los desarrollos, la mayor parte del trabajo se enfoca para el beneficio del desarrollo residencial más que en el puro golf, porque de otra manera los costos de mantenimiento de un campo por sí solo serían prohibitivos. De los campos de golf que se hacen en el mundo, 82 % están justificados por algún tipo de desarrollo de bienes raíces. Por eso, los diseñadores del plan maestro consideran el balance de los dos aspectos, y normalmente los golfistas que firman se hacen cargo de las dos partes, aunque se rodean de especialistas que, a veces, trascienden, pero otras tantas quedan en el anonimato, mas, siempre con el peso y prestigio del profesionalismo de una firma.
Greg Norman, Director y CEO de Great White Shark Enterprises, comenta que: “Se escucha al equipo de desarrollo para determinar sus objetivos y metas para el proyecto global. Afortunadamente nunca encontramos contradicciones entre éstos y un buen plan maestro, mejorado por los corredores visuales de un buen campo. No se mira al diseño sólo desde el punto de vista de lograr un atractivo campo, sino también como una conjunción con el desarrollo, para hacer que el proyecto sea tan bueno como lo es en cada uno de sus aspectos, tanto en lo particular como en el conjunto”.
Von Hagge y Leaño diseñaron un desarrollo alrededor del campo de 27 hoyos. Tiene villas que varían la expresión arquitectónica de una a otra, y logran un buen vínculo entre los desarrollos y el campo. Según Von Hagge: “Las villas y los condominios están separados por el green o por el océano, y la ventaja de estos núcleos es que se pueden desarrollar por partes, hasta que se termina el concepto global, sin que parezca una gran calle que inicia y queda inconclusa hasta que se termina. El beneficio de bienes raíces está todavía por desarrollar su mejor parte”.
Agua, elemento vital
En el caso de los desarrollos en playa, los campos tienen la gran ventaja de que el océano vende por sí solo. A eso se le suman otros cuerpos de agua naturales o artificiales, como lagos o canales, entre otros elementos de diseño. Y finalmente, son coronados por el propio campo. La combinación de todas las variables hace una mezcla única en este tipo de desarrollos, por la exclusividad y el estilo que conlleva el golf, sumado al alto valor de los terrenos de playa, ya que cada vez son más escasos.
En México cada región geográfica tiene características de paisaje, a las que se agregan las diferencias propias de cada terreno en particular. Normalmente en las playas del lado del Caribe las costas son más planas, por lo que tienen un mayor desafío en construir visuales verticales; mientras que en el Pacífico las condiciones son más favorables por los acantilados y la cerrada vegetación, lo que los hace más atractivos. Y en el caso de Los Cabos, además de contar con barrancas y colinas naturales, se tiene la presencia del contrastante desierto.
“Entre los elementos que se deben tener en cuenta para evaluar un campo de golf en playa se consideran: el calor y sobre todo la brisa o viento marino. El reto es aprovecharlos en el nivel de ayuda o dificultad en el juego, en el que la experiencia del jugador siempre debe estar presente”, ilustra Alarcón.
Hoyo3b del Four Seansons punta mita diseñado por Jack Nicklaus en una isla natural.|CORTESÍA FOUR SEASONS PUNTA MITA
En muchos casos la participación de un diseñador golfista, cuando el proyecto está comenzado, puede generar cambios significativos. Tal fue el caso de Isla Navidad, cuyo proyecto original lo hizo el arquitecto Juan Domingo Leaño y lo rediseñó con Von Hagge, quien rescató la experiencia del mar al sugerir que lo tocara por lo menos seis veces. El arquitecto, ex campeón de golf y directivo de Von Hagge, Smelek and Baril, concluye: “Nuestra filosofía es que en una rueda de 18 hoyos en uno de cada tres hoyos el golfista debe experimentar el océano con su sonido, aroma y vista, logrando una conjunción teatral”.
Escenarios y medioambiente
“Cuando trabajamos cerca del océano dedicamos una cantidad de tiempo considerable para analizar los suelos y la irrigación de agua por sus niveles de sales. También, el viento predominante afecta las rutas y tamaños dentro del campo. La brisa impregnada de sal puede desempeñar un rol determinante en la elección del tipo de césped para el campo”, enseña Norman.
El ex golfista visita el sitio virgen de cada campo que le toca en suerte diseñar, y lo recorre entero para conocerlo y comenzar a esculpirlo. Respecto de ello comenta Norman que “cada pieza de tierra es única, por eso lo es también cada diseño. Nunca vamos a un sitio con una noción preconcebida de cómo debería transformarse. Una de las satisfacciones acerca de nuestros proyectos es que cuando el campo se inaugura el sitio va a estar en mucho mejor forma que cuando lo encontramos”.
Norman comparte con nosotros tres experiencias de campos de golf en México: los dos primeros cercanos a Cancún, el de Playa Mujeres al norte y el Mayakobá al sur. Del primero nos comenta: “Mi firma inició la construcción del campo de golf con 9 hoyos, éste se desplantó en un escenario de maravillosas dunas al norte de Cancún; y el segundo, el de Mayakobá, tendrá un campo sobre una superficie mucho más rocosa, que también tiene un sistema de lagos artificiales al que se le agregan los acantilados y el mar. Por otro lado, en Baja California participé en un campo desértico, único, en el océano, el Puerto Los Cabos, el cual tiene vistas del Mar de Cortés, a la orilla de la playa, y desde elevaciones en la parte posterior, que se complementan con vegetación de cactus y piedras salientes de canto rodado, que han sido incorporadas al diseño”.
La belleza y los 11 minutos
“En la mayoría de los casos, un buen campo de golf es también un bello campo de golf. No se puede pensar en los campos rankeados como los mejores del mundo que no sean bellos. Vas delineando su belleza, a medida que creas la estrategia propia del campo”, dice Robert von Hagge.
Una ronda de cuatro jugadores dura entre cuatro horas y media y cinco; el jugador con más alto handicap toma sólo 11.5 minutos en total para pegarle a la pelota. Por eso, la belleza del paisaje es tan relevante como el disfrute emocional durante la experiencia del juego.
Por ejemplo, los antiguos campos planos dejaron de ser interesantes. Las exigencias de la competencia y las posibilidades tecnológicas fueron abriendo el espectro. Von Hagge recuerda que al principio de su carrera en México observó que la mayoría de los campos se apoyaban en los árboles para marcar las diferencias. Si el árbol se caía se seguía jugando a los costados. Según él, ahora cada golpe puede llevarse a cabo dentro de un marco misterioso y bello, provocado por 11 tipos de expresiones verticales, que además responden a los cambios de luz, desde la mañana hacia la noche, problema que también tienen que poder enfrentar los golfistas en el campo.
La tendencia no sólo se circunscribe a una producción paisajística de la belleza física natural y artificial, sino que incluso está orientándose hacia las preocupaciones de preservación del ambiente, y hasta de su mejora ambiental.
Geografía y desafíos
Al proyectar un campo de golf una parte es teatro, es decir, escenografía, y la otra está constituida por desafíos reales. El diseño debe llevarse a cabo teniendo en cuenta los niveles de juego que plantea el campo y la experiencia del jugador potencial que se desea captar como estrategia específica de cada desarrollo.
No se puede crear un campo totalmente a nivel de campeonato, pues si bien da mucho prestigio e imagen puede espantar a jugadores del nivel medio, que es la mayoría. Normalmente, los diseñadores contemplan algunos hoyos con más dificultad que otros, pero siempre cuidan que aunque el nivel de dificultad sea menor siempre haya desafío.
En palabras de Alarcón: “La intención de cómo se mide el éxito de un campo de golf de acuerdo con su rentabilidad es por el número de rondas de golf al año o green fees que se puedan facturar anualmente. Los campos de Los Cabos, en promedio, aspiran a lograr entre 30 mil y 45 mil rondas al año. La modalidad de campos de más de 18 hoyos, como el de 27 hoyos de Isla Navidad, apuntan a una meta de 55 000 rondas al año, que se pueden jugar dentro de un mismo campo, pero con más variedad y más circulación. El golfista siempre juega 18 hoyos al día, pero puede hacerlo en diferentes opciones de recorridos. Para el desarrollador significa la posibilidad de que haya mayor movimiento de gente durante el año, y mayor posibilidad de ingreso. Y con ello se optimizan los gastos de mantenimiento”.
Y en otro momento de la conversación Alarcón expresa que “una de las claves es que mantengan retos amables y con un buen balance, para que todos los jugadores, con todo tipo de handicap lo puedan disfrutar, y tengan buenas vistas en todos los hoyos. Y que tenga un diseño que permita jugar todo el año. La tendencia es que el golfista prefiere un campo difícil antes que uno fácil, porque quiere desquitar su dinero, pero no frustrarse. Además, que cuente con escenarios ópticamente atractivos”.