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México, lejos de la producción de potencias como Bolivia, Argentina y Chile; modelo chavista, sin beneficios económicos.

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Paradójicamente, sin libre mercado, el litio no servirá a la población. Por eso, varios especialistas ven en las políticas alrededor del litio un modelo chavista que pocos consideran benéfico.

Los países poseedores de las mayores reservas de litio y gobernados por gobiernos que constantemente aluden al pueblo, añaden incertidumbre a la situación económica, porque no han hallado la manera para sacar provecho económico para la región.

Lejos de tomar decisiones racionales que favorezcan a los intereses de los países, necesitan asociarse con empresas externas para poder llegar a una industrialización eficaz, pero el mineral ha despertado solamente la codicia de la élite política.

 

Según un informe del USGS, las mayores reservas de litio a nivel internacional están en Bolivia, con 21 millones de toneladas; Argentina, con 19,300 millones; Chile, con 9,600; México, con un millón 700; y Brasil, con 470 mil toneladas.

 

Pero la realidad choca, ya que los países no cuentan ni con la tecnología, ni con los recursos para darle cauce a su industrialización:

“Los países latinoamericanos pueden soñar con ser proveedores (…) pero difícilmente con producirán baterías, porque no cuentan con el talento humano especializado ni tienen tecnología de punta. Al ser proveedores de materias primas (litio), estos países se ubicarán en los primeros eslabones de la cadena de valor, los que generan menos excedentes, menos empleo y menos desarrollo”, destacó Héctor Córdova, consultor minero en Bolivia.

 

 

En los hechos, Bolivia, cerrado a la inversión privada, sueña con el “oro blanco” desde 1990. Cuando Evo Morales era presidente, prometió que en 2020 “el país iba a fabricar baterías de litio”, pero no cumplió la promesa y su sucesor, Luis Arce, la extendió la promesa de un populismo pujante… pero en 2024.

Por su parte, Argentina adoptó un modelo mixto que le brinda mejores resultados, con el Estado como socio con la australiana Orocobre, la japonesa Toyota Tsusho y la norteamericana Livent y está en conversaciones con las chinas Ganfgeng Lithium y Jiankang Automobile.

Chile pausó una concesión privada a Albemarle y a la chilena SQM, pero el nuevo presidente populista Gabriel Boric, manifestó que se va a crear una empresa nacional del litio.

Según un reportaje de Connectas, “está probado que nacionalizar un recurso natural con potencial económico no lleva al bienestar de un país. Hace un siglo, tanto en México como Argentina hallaron petróleo, que prometía llevar a estos países ‘al desarrollo definitivo’. Pero 100 años después la pobreza sigue reinando en ambos países”. El litio es solo una esperanza política si no se detona el desarrollo económico de cierta región productora y de la población aledaña.  

“La realidad de cada país es diferente y los del “triángulo” tienen una gran ventaja: su litio es de salar (salmuera), que se extrae mediante un proceso de decantación cuatro veces más económico que el de roca dura, que explotan mayoritariamente Brasil, Canadá, Australia y Portugal. Un formato similar al encontrado en México (1.7 millones de toneladas), pero ahora va a tardarse años en extraer (por las medidas populistas de AMLO para nacionalizarlo)”.

El litio es un insumo básico para las baterías de los autos eléctricos hasta los dispositivos electrónicos como los celulares y paneles fotovoltaicos. El litio es la llave de la transición energética global. Según la Agencia Internacional de Energía, la demanda del mineral aumentará 42 veces para 2040, pero antes, se tendrán que enfrentar a los discursos del “pueblo bueno” y el “capitalismo malo”.

El guión ya lo había escrito el periodista Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina” en 1973: gobiernos populistas corruptos que llevaron a la quiebra a los países, mientras que las oligarquías políticas se enriquecen y los discursos enardecen a las masas.

Con información de Leonardo Oliva, de Connectas América Latina.