Estas ciudades se entrelazan de tal manera que comparten vías de comunicación y servicios urbanos: agua, salud, seguridad, energía eléctrica, transporte, terminales aéreas, terrestres y subterráneas, entre otros componentes sobresalientes de la infraestructura.
Ahora bien, un tema relevante es que no necesariamente comparten un mismo gobierno, ni las mismas políticas públicas, ni usos ni costumbres a pesar de ser connacionales, lo que implicaría de primera instancia contar con gobiernos megalopolitanos o coordinaciones compartidas.
La masa social se transforma, piensa y siente, no existe impacto en el orden que no la afecte, sin olvidar, por supuesto, que somos parte ella. Las ciudades titán traen consigo, en el crecimiento de la población, cinturones de miseria aún mayores a los de una sola ciudad: implican desigualdad, pobreza, carencia de servicios y desaliento.
Atendiendo en particular el caso de la megalópolis del centro de México, hoy el sistema se encuentra en un franco límite de colapso de no dar soluciones limitadas y aplicarlas con inmediatez, ya no hay tiempo ni más oportunidades. Revisemos estos números:
La Zona Metropolitana del Valle de México está delimitada por las 16 alcaldías de Ciudad de México (CDMX), que suman 9 millones 209 mil 944 habitantes, 59 municipios colindantes del Estado de México (Edomex), con 12 millones 450 mil 698, y un municipio del estado de Hidalgo, con 168 mil 302 habitantes. Implicaciones que traen consigo un cambio en los paradigmas del concepto de Estado de Derecho, se vive día con día una multiplicidad de acciones interestatales, por lo que es indispensable y necesaria otra regulación de la vida cotidiana. Urgente es una Autoridad Metropolitana y un Plan Maestro Metropolitano para los siguientes 50 años.
Partamos de que existen estudios metropolitanos de los gobiernos, instituciones académicas, ONG’s y de gremios de urbanistas nacionales e internacionales, inclusive estudiosos provenientes de las áreas como la arquitectura, de la ingeniería y de la producción cultural. ¿Por qué no se implementan o aplican? De hecho, el país está sobrediagnosticado, ya se sabe qué es lo que se debe hacer. Sin embargo, no hay ejecución de proyectos, existen oídos sordos y voces mudas que no permiten la instrumentación legal integral para echar a andar un plan que rebase los esquemas reduccionistas y parciales que terminan con trienios, sexenios y con las alternancias en el poder; sobre todo, falta integridad de la mayoría de los actores sociales que habitamos esta urbe. Se trata de una responsabilidad compartida.
Las megalópolis o ciudades titanes tienden por naturaleza al desorden, generan más problemas y retos que soluciones; sin embargo, tienen posibilidades o alternativas de viabilidad sostenible con planeación urbana estratégica.
Es cierto que las revoluciones industriales del siglo XX permitieron la concentración urbana, convirtiendo a las ciudades en las principales fuentes de riqueza y empleo, sin embargo, se trataba de una ilusión, pues también desarrollaron un ausentismo laboral y falta de desarrollo rural; resultado de haber optado por la industrialización, tiempo después, desbordada.
En la mayoría de los casos, esta industrialización sucedió sin ordenamiento o planeación, se fue ajustando a los cambios, lo que obligó a muchos gobiernos a generar planes de desarrollo en los terrenos económicos, sociales y, en particular, fue imperante la planeación urbana, que en el caso de México es el llamado Plan Nacional de Desarrollo.
Éste existe desde la década de los años 50, con antecedentes desde la posrevolución en el periodo presidencial de Venustiano Carranza el cual fue abordado con ligereza; lamentablemente, los diversos planes se han visto envueltos en intereses entre empresarios voraces y los diferentes gobiernos en turno que han mal pactado, en contra de la población hasta el día de hoy, con el fin de lograr enriquecimiento ilícito; actividad que se repite de manera indiscriminada, desafortunadamente en muchas otras regiones del mundo, afectando la integridad humana y amenazando la permanencia de todos en el planeta.
Debemos precisar que un Plan Nacional de Desarrollo debe ser hecho por científicos, investigadores y expertos, y no por gobernantes en turno, debido a que el actual es más un manifiesto político que guía de desarrollo sostenido. El planeta nos se rige por ideologías, sino por la dialéctica del mismo Universo.
Es obligado, por lo tanto, destacar que este fenómeno de crecimiento urbano no es único o particular del Valle de México, está presente en los cinco continentes y es hoy una de las mayores ocupaciones para la aldea global. La revolución industrial, conocida como 4.0, está siendo determinante para encontrar alternativas generales de comunicación y desarrollo planetario integral. Científicos, humanistas y artistas, entre otros grupos, están contribuyendo con aportaciones que plantean soluciones de bajo impacto al ecosistema, transporte de intercomunicación planetaria, capaces de levitar sin crear fricción o cargas radioactivas para el cuerpo humano, generalizar el uso del internet con distribución social de bajo costo, la cual permitirá socializar la enseñanza, crear plataformas de mega datas, utilizar la robótica sin desplazar a la gente, eficientar la distribución de los alimentos, generalizar la biomedicina, así un sinnúmero de proyectos y alternativas que se pueden obtener de las nuevas tecnologías, incluida la transformación del arte al mundo digital, sin perder su esencia.
Es necesario subrayar que mientras los gobiernos actuales persistan en no adecuar los recursos naturales y no hacer cambios estructurales, no tendremos oportunidad de transformar las circunstancias actuales de pobreza y desigualdad, teniendo como consecuencia una polarización aún mayor de la riqueza material en pocas manos, se trata de una desbandada sin fondo, es un perro que se muerde la cola así mismo. Entonces, ¿cómo detener la desbandada?
Estamos frente a un escenario de vulnerabilidad creciente y desarrollo desigual, es prioritaria una sólida Ley de Desarrollo Metropolitano para el Valle de México, en la que se establezca una Autoridad Metropolitana que trascienda las comisiones que se han creado con pírricos o nulos resultados en las Cámaras de Diputados y Senadores, crear un fondo metropolitano para proyectos hídricos y de movilidad sustentable, así como para los servicios públicos básicos y que se diseñen los instrumentos de evaluación para un plan maestro para los próximos 50 años por lo menos, de tal suerte que afecten positivamente la salud y la educación en un principio, para podernos sostener en todo el proceso de transformación.
Es necesario convocar a toda la fuerza intelectual, científica y artística para crear un Consejo Ciudadano para el Ordenamiento que sea capaz de rebasar los intereses político-partidistas y de comprender las necesidades tanto del ser común como el de las empresas que conforman la economía nacional, para integrar sistemas de ordenamiento. Respetar y ejecutar los proyectos que de ella emanen de manera conjunta con los programas ya existentes, como el de la Comisión Ambiental de la Megalópolis, con participación del Consejo Nacional Ciudadano, utilizando la fuerza que trae consigo las guerras armadas y la comercial entre potencias mundiales a favor del desarrollo nacional.
El milagro económico de México durante las décadas 50 y 60 fue el haber utilizado la inercia que trajo la Segunda Guerra Mundial. No hay nada nuevo bajo el sol, se trata de respetar el orden, regresar a un Estado de Derecho, utilizar el gasto público en los proyectos relevantes como los aquí mencionados, utilizar al máximo las nuevas tecnologías, para el beneficio de todos, sin olvidar el principio universal de que un pueblo con más cultura obtiene mayor bienestar y ofrece mejores soluciones a sus problemas.
Finalmente, el cambio climático nos empuja al ordenamiento sostenible, hoy por hoy es el eje de todo programa metropolitano o de las megalópolis, si como humanidad queremos trascender.
Texto:Miguel Peraza
Foto: REM