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El mecenas del movimiento surrealista, Edward James, creó una fusión entre lo orgánico y lo artificial, entre la selva y el concreto.

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La exuberante vegetación de la Huasteca Potosina resguarda un tesoro artístico: el Jardín Escultórico Edward James, sitio cercano al Pueblo Mágico de Xilitla.

Declarado Monumento Artístico de la Nación en 2012, Las Pozas –como también es referido el jardín– resulta el espacio surrealista más importante de México donde las estructuras diseñadas y creadas por el escultor escocés Edward James (1907-1984) dialogan con la selva, que con el paso del tiempo ha envuelto las 28 obras.

 

Edward James, excéntrico poeta, artista británico y mecenas del movimiento surrealista, creó una fusión entre lo orgánico y lo artificial, entre la selva y el concreto, que aglutina ambos mundos en uno.

 

La historia del jardín inició en 1947, con el deseo por crear su concepto del Jardín del Edén, para ello incluyó fauna exótica (venados, ocelotes, serpientes, flamencos y otras aves). En 1962, después de una helada inusitada que acabó con las miles de orquídeas que James había plantado, tomó la decisión de levantar un “jardín” con las estructuras y edificaciones de cemento que había diseñado, construido durante un par de décadas, con la colaboración de más de 150 personas, entre carpinteros, albañiles y jardineros.

Con el fallecimiento de James, en 1984, la obra se suspendió en 1984 y el jardín permaneció cerrado hasta 1991, cuando fue abierto al público para ser visitado.

 

La Fundación Pedro y Elena Hernández adquirió el jardín para proteger y preservar las esculturas.

 

Gran parte de la superficie total del Jardín –27 hectáreas– está dedicada a la conservación ecológica; nueve hectáreas conforman la parte escultórica, donde pueden admirarse las estructuras y esculturas. En 2007, la Fundación Pedro y Elena Hernández adquirió Las Pozas con el propósito de proteger y preservar las esculturas, además de conservar el ecosistema.

El terreno se complementa con cascadas y pozas –naturales o creadas–, que convierten el lugar en un mundo de ensueño, en un laberinto surrealista que puede ser recorrido y disfrutado por el visitante. Durante la caminata pueden encontrarse edificaciones que evocan el sinsentido, puertas que dan paso a la nada, escaleras que conducen al cielo y flores de concreto que “crecieron” al mismo tiempo que las naturales, y eso incluye a las orquídeas, presentes en cualquier punto del lugar, en recuerdo de Edward James.