A los pies del monte Fuji, Toyota acaba de poner en marcha Woven City, una ciudad experimental que busca ensayar cómo será la vida urbana del futuro. Se trata de un espacio de 47 mil metros cuadrados en el que ya viven 300 personas, en su mayoría empleados de la compañía y sus familias, quienes se han convertido en los primeros habitantes de este laboratorio urbano.
Woven City no es solo un escaparate tecnológico: Su diseño incorpora plazas, parques y espacios comunitarios para fomentar la vida vecinal. El proyecto busca crear un ecosistema integrado en el que movilidad, energía y arquitectura funcionen en armonía.
La sostenibilidad es uno de sus pilares. Los edificios están construidos principalmente en madera, equipados con paneles solares y alimentados por pilas de combustible de hidrógeno. Gracias a estas características, la primera fase del desarrollo obtuvo la certificación LEED Platinum, una de las más exigentes en materia medioambiental.
El diseño urbano corre a cargo del arquitecto Bjarke Ingels, conocido por su visión innovadora en proyectos como la sede de Google en California. En este caso, su propuesta fue “tejer” tecnología, naturaleza y vida humana en un solo espacio, lo que dio nombre a la ciudad.
Sin embargo, no todo son celebraciones. La enorme cantidad de sensores y cámaras que registran desde los flujos peatonales hasta el consumo energético plantea un reto en materia de privacidad. Los expertos advierten que un nivel de trazabilidad tan alto —saber a qué hora sale un vecino de casa o cómo se mueve por la ciudad— puede convertirse en una forma de vigilancia constante.
Toyota asegura que los datos se utilizarán únicamente para mejorar servicios, pero este será uno de los grandes desafíos de Woven City: Demostrar que un futuro hiperconectado puede ser eficiente y seguro sin comprometer la libertad de sus habitantes.