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Cualquier agenda política tiene que incluir al ecologismo y al feminismo que, en los últimos años, han adquirido nuevas e inquietantes connotaciones.

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Cualquier agenda política seria forzosamente tiene que incluir al ecologismo y al feminismo que, a pesar de décadas de existencia, en los últimos años han adquirido nuevas e inquietantes connotaciones. En relación al primero los efectos del cambio climático le han otorgado una nueva dimensión a la conciencia ambiental de gobiernos, empresas, organizaciones e individuos.


También ha surgido un nuevo feminismo como producto de los insuficientes avances en la reducción de la desigualdad entre géneros que ha caracterizado a la humanidad durante milenios.


El debate está presente en todos los niveles de la sociedad y en toda la geografía del planeta. Evidentemente es un problema muy complejo que abarca aspectos científicos, culturales, religiosos y económicos.


El diagnóstico es aterrador. Desde la sumisión económica y la discriminación hasta los feminicidios pasando por la amplia gama del acoso y la violencia. Como en cualquier problemática el abuso recorre la escala social pero afecta más a los pobres.

 


El tema incluye prácticamente todo lo humano pero es en el mundo urbano en donde viven más de la mitad de los habitantes del planeta donde ocurren buena parte de los comportamientos que discriminan a las mujeres y por lo mismo en las ciudades será más fácil instrumentar una agenda que beneficie a millones de ellas.


Para resolver un problema lo primero es reconocer que existe. Afortunadamente, salvo en los sectores más retrógradas de la sociedad, hay consenso para tomar medidas que promoverán la agenda del nuevo feminismo.

 

 La lucha de la mujer por alcanzar la igualdad es un constante.

 

Esta modificación de conductas milenarias implica actuar en muchos frentes para construir una cultura de tolerancia sobre todo entre los jóvenes.

 Un primer reconocimiento se refleja ya en cambios legislativos que promueven la paridad, la igualdad ó el levantamiento de restricciones como
estudiar ó conducir un automóvil.


En México se ha avanzado logrando romper moldes y vencer ideologías conservadoras. Sin embargo en el mundo de todos los días el tema es más difícil ya que implica cambios definitivos en la estructura y cultura de la sociedad.

 

Todos los temas del espacio público y movilidad afectan más a las mujeres.


Ciudades como la CDMX, más liberal por su propia tradición, han avanzado sustancialmente en la creación de legislación y de instituciones aunque éstas sean todavía precarias e incipientes.


El derecho al aborto, protección a las comunidades LGBTQ+, sanciones a la discriminación y una cultura contra el acoso sexual, cada vez más acendrada en escuelas, universidades y oficinas, se han consolidado en los últimos años.


Pero, hay que decirlo, estos avances serán más bien simbólicos si no existen los elementos materiales para mejorar la vida de la mitad femenina de la población. Para ello las ciudades y su política urbana son los instrumentos más eficaces.


Los temas de ingresos, propiedad de la vivienda, servicios e infraestructura, espacio público y movilidad afectan más a las mujeres que a los hombres. La existencia ó no de agua entubada en los domicilios hace la vida de las mujeres más fácil ó más difícil. ¿Quienes cocinan, quienes acarrean el agua ó quienes están en casa cuando llega la pipa?

 


Lograr que más mujeres contraten hipotecas les otorga un patrimonio propio que las protege de muchas presiones. La introducción de servicios como agua y electricidad facilitan la vida familiar, mejoran el ingreso y fomentan la creatividad. La existencia de guarderías y escuelas cercanas liberan el tiempo de las mujeres permitiéndoles trabajar ó por lo menos vivir con mayor tranquilidad.

La calidad del espacio público seguro, iluminado, transitable y accesible mejora notablemente la vida de las mujeres. Como lo ha escrito la reconocida experta Laura Ballesteros las mujeres utilizan las banquetas más que los hombres por la multiplicidad de viajes que realizan a la escuela, al mercado, al trabajo, a la clínica ó a visitar parientes. Más parques en las zonas habitacionales resuelven la recreación familiar y mejoran la salud mental y física de niños y jóvenes.

 

Cualquier avance será simbólico si no se mejora la vida de la mitad femenina de la población.

 


Pero sin lugar a dudas es en el transporte público donde se puede ser feminista moderno. Entre más seguro mejor para ellas: las mujeres son
víctimas con mayor frecuencia. Entre más cómodo y rápido su calidad de vida y el tiempo en familia aumentarán. Menos y mejores transbordos ahorran preciados minutos para la vida del hogar. Mejorar el transporte público no solo beneficia a toda la sociedad. De manera desproporcionada contribuye a mayor equidad de género.


Como se puede ver, construir mejores ciudades ayuda a avanzar en las necesarias y legítimas causas del nuevo feminismo pero sólo una mejor evaluación y una mayor claridad de los impactos reales de las políticas públicas permitirán afinar estrategias para ir saldando, con mayor eficacia, la deuda histórica de la sociedad con su mitad femenina.


Estas acciones tienen que tener un impacto significativo en los números para que el cambio sea real y no simbólico. Finalmente esa es la responsabilidad de cualquier gobierno: que una buena política pública transforme la realidad social.