Los cambios en los hábitos de consumo propiciados por la pandemia, obligaron a las empresas que producen bienes de consumo a adaptarse a la demanda; sin embargo las cadenas de suministro han demostrado ser vulnerables.
De acuerdo con un análisis de Mckinsey & Company, aunque las cadenas de suministro están soportando una enorme tensión, la disrupción se está volviendo demasiado familiar.
Los especialistas de la firma explicaron que la producción concentrada geográficamente en algunos subsectores de consumo, ha permitido a las empresas disfrutar de economías de escala y perfeccionar su experiencia. Pero a la vez también ha provocado cuellos de botella cuando se producen perturbaciones, como la que hemos vivido por la crisis sanitaria, que se ha reflejado en desabastecimiento que afecta a toda su red productiva.
Por ejemplo, con la crisis de Covid, muchas empresas de bienes de consumo, al contar con insumos fundamentales provenientes de una sola fuente, incrementaron sensiblemente sus riesgos y costos.
Asimismo, se incrementaron los costos de las empresas de bienes de consumo, por garantizar la seguridad de sus operaciones y empleados, así como por la necesidad de reaccionar ante un mejor servicio que demandan los minoristas.
Visto de otra manera, la pandemia ha requerido ajustes que a menudo son costosos para las empresas, por los cuidados que deben tener, por el servicio que deben ofrecer, al igual que en la investigación que deben realizar sobre los productos que ofrecen.
Se prevé que muchos de los cambios duren mucho más allá de la pandemia, es decir, que llegaron para quedarse.