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Los edificios generan hasta el 60% de las emisiones urbanas. Rehabilitarlos y construir con criterios sostenibles es clave para lograr ciudades carbono cero.

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En el camino hacia un desarrollo urbano sostenible, las ciudades líderes del mundo han identificado un frente clave: La descarbonización de los edificios.

 

No se trata de un asunto menor. Según datos recientes, los inmuebles representan el 37% de las emisiones globales de carbono y, en el ámbito urbano, su impacto puede alcanzar hasta el 60% de las emisiones totales, con cifras incluso superiores en algunos casos.

 

El desafío es enorme, reconoce Mahesh Ramanujam, presidente y director ejecutivo de Global Network for Zero, pero también lo es la oportunidad. La rehabilitación de los edificios existentes y la reducción de emisiones en el sector de la construcción aparecen como estrategias centrales para alcanzar la neutralidad de carbono.

Y el tiempo apremia: Cerca del 80% del parque inmobiliario actual seguirá en pie en 2050, año clave del Acuerdo de París para alcanzar el objetivo de cero emisiones netas.

Una modernización urgente y posible

Históricamente, los propietarios han frenado las reformas por sus altos costos iniciales o la complejidad de los procesos. Sin embargo, hoy existen herramientas que permiten una vía asequible e incremental para reducir las emisiones operativas mientras se adoptan soluciones integrales que también consideran el carbono incorporado, es decir, las emisiones asociadas a la fabricación, transporte y ciclo de vida de los materiales de construcción.

Este tipo de carbono representa el 11% del calentamiento global anual, lo que obliga a repensar los permisos y priorizar a las empresas que implementen tecnologías bajas en emisiones en sus obras.

 

 

Para que las políticas sean efectivas, las ciudades deben realizar evaluaciones integrales de emisiones, entendiendo sus impactos en Alcance 1 (emisiones directas), 2 (consumo de energía adquirida) y 3 (cadena de suministro y transporte). Estos diagnósticos ayudan a diseñar incentivos fiscales, establecer normas claras y atraer inversiones hacia un desarrollo urbano sostenible.

 

Ciudades que marcan el rumbo

Algunas urbes ya muestran resultados tangibles. Boston, por ejemplo, exige a las grandes obras reportar su consumo energético y alcanzar la neutralidad de carbono en 2050. Además, aprobó la primera norma de zonificación de carbono cero neto en Estados Unidos, que aplica a nuevas construcciones.

San Francisco busca ser carbono neutral en 2040 y demanda que los edificios comerciales usen electricidad 100% renovable en 2035. Copenhague ha implementado estrictos estándares de eficiencia y un sistema de calefacción urbana basado en energía residual, mientras que la capital de Islandia, Reikiavik, aprovecha la geotermia para suministrar energía limpia a hogares y negocios.

Más allá de los compromisos climáticos, las urbes que adoptan estas medidas fortalecen su competitividad. Según proyecciones, para 2030 la demanda de espacios de trabajo de alta calidad y bajas emisiones superará la oferta en un 75% en los principales mercados de Estados Unidos. Esto convierte la transición hacia edificaciones sostenibles no solo en una obligación ambiental, sino en un factor estratégico para atraer inversiones, negocios y residentes.

 

La transformación hacia inmuebles de bajas emisiones y carbono cero requiere liderazgo político, marcos regulatorios firmes y colaboración entre el sector público y privado. Las ciudades que tomen la delantera no solo cumplirán con sus compromisos internacionales, sino que también se consolidarán como polos de innovación, calidad de vida y resiliencia.

 

En el desarrollo urbano del siglo XXI, los edificios dejan de ser simples estructuras: Son la pieza clave para un futuro con cero emisiones netas.

 

Pie

El futuro urbano viene con edificios cero emisiones.