El concepto es tan complejo que ni siquiera ha podido ser traducido al español (viene de gentry: aristocracia terrateniente en Inglaterra). De hecho, muchos de los líderes del movimiento popular urbano que la quieren prohibir por decreto, no han encontrado una palabra en castellano para denominar el fenómeno.
La gentrificación es un fenómeno socio económico y urbano por medio del cual una clase social de mayor poder adquisitivo desplaza a familias o individuos de menores ingresos de una determinada zona de la ciudad.
La gentrificación es un fenómeno presente en prácticamente todas las grandes urbes del mundo y la Ciudad de México no es la excepción. Se trata de un fenómeno circular que una vez iniciado es muy difícil de contener. Se produce básicamente cuando en una ciudad existe un desfase entre la oferta de espacio construido para el comercio y, sobre todo, por la cantidad insuficiente de vivienda nueva. Ello provoca que negocios, familias e individuos, se muden a zonas más baratas que muchas veces han permanecido estables – incluso en deterioro – durante décadas.
Estos recién llegados siempre estarán dispuestos a pagar más que los vecinos y los negocios existentes, con lo que se produce un alza en los precios de venta y renta: iniciándose un proceso de expulsión de los pequeños negocios y de la comunidad que residió ahí muchos años. La gentrificación ha encarecido de tal manera la vivienda en ciudades como Londres, Paris ó Nueva York, que muchas familias e individuos (sobre todo jóvenes) no pueden darse el lujo de vivir en esas demarcaciones aunque tengan un empleo en ellas; lo cual, los condena a largos trayectos cotidianos entre su vivienda y su lugar de trabajo.
Además, la aceleración del fenómeno en muchas ciudades la ha provocado el éxito del modelo Airbnb, que retira del mercado de vivienda en renta casas y departamentos, para convertirlos en un negocio casi hotelero que reditúa más utilidades a sus propietarios. En la Ciudad de México las colonias Condesa y Roma son lugares paradigmáticos de la gentrificación pero muchas otras colonias como la San Rafael, la Tabacalera o Santa María la Ribera están sujetas a la misma presión que transformó a las dos primeras en tan solo 25 años.
La gentrificación tiene un lado positivo, y es que se mejoran físicamente las zonas; se crean miles de empleos, se mejora la base fiscal, aumenta el turismo y se permite que familias e individuos jóvenes puedan vivir en zonas céntricas de la ciudad. A estos los acompañan restaurantes, bares y tiendas, que desplazan a las antiguas tintorerías, ferreterías y misceláneas, pero que imprimen un aire de renovación y frescura a la zona. El citado lado negativo es el cierre de pequeños negocios y la expulsión de quienes rentan - y no pueden pagar los nuevos precios – a colonias cada vez más alejadas del centro.
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El gobierno de la ciudad tiene aquí un reto formidable; la oposición a la gentrificación se ha vuelto parte de la agenda de los movimientos sociales pro-vivienda pero estos, y los legisladores que los apoyan, no pasan de pedir la prohibición del fenómeno lo cual es imposible a todas luces. Y es imposible porque existe un enorme desfase entre la demanda de vivienda en la Ciudad de México y la oferta anual y ello, no por falta de empresas que la produzcan, y ni siquiera de crédito, sino por la carencia de una política metropolitana de vivienda coordinada con el Estado de México y de una adecuación del modelo de subsidios para lograr acomodar a las familias de menores ingresos.
Estos líderes y legisladores tendrían que entender que la gentrificación solo se podrá mitigar si se genera – por un lado – una enorme oferta de vivienda nueva que limite el crecimiento de los precios y la presión sobre zonas antiguas y – por el otro lado – fortalecer el ingreso de quienes viven en estas zonas para que puedan resistir la presión. Eso solo se logrará con la creación de decenas de miles de empleos anuales que solo puede venir de la inversión privada en aquellos sectores económicos en que la Ciudad de México es altamente competitiva como las finanzas, el comercio, la educación, el arte y la cultura; el turismo, la gastronomía y el entretenimiento.