Es difícil imaginar que donde hoy se levanta la lujosa colonia Polanco en los años 30 se podía ver un paisaje bucólico, con sembradíos de trigo, maíz y alfalfa, donde pastaban las vacas y corrían arroyuelos. La cronista de Polanco, Gloria Villalobos de Castillo Mena, residente de la colonia desde hace 54 años, autora del libro Yo, Polanco -–que tiene encaminada su segunda edición–, hace memoria del nacimiento de la colonia. Afirma que, como muchas cosas en la vida, todo empezó con un romance, cuando en 1875 Eduardo Cuevas Rubio y Ana Lascuraín unieron sus destinos y sus fortunas, convirtiéndose en propietarios de la Hacienda de San Juan de los Morales. En aquel momento la finca tenía una extensión de 1500 hectáreas, ocupando mucho más de lo que conocemos hoy. Limitaba al norte con la Hacienda de Santa Julia, al sur con el Molino del Rey, al oriente con la Hacienda de la Teja (hoy colonia Cuauhtémoc) y al poniente se prolongaba hasta Cuajimalpa. A la muerte de Cuevas Rubio la gran hacienda fue dividida, con lo cual se dio origen al nacimiento de otras colonias, como Lomas de Chapultepec, Anzures y Verónica Anzures.
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Los visionarios
En 1937 dos constructores visionarios, Raúl Basurto y José de la Lama, que también construyeron las Lomas de Chapultepec y la colonia Condesa, entre otras, compraron los terrenos y empezaron a vender lotes de lo que más adelante sería Polanco. El nombre terminó siendo una suerte de homenaje al dueño de un rancho cercano. Los constructores planearon desde un principio una colonia residencial: amplias avenidas arboladas, parques y jardines, y el estilo colonial californiano entonces en boga: techo de tejas de cuatro aguas, paredes de cantera, grandes arcadas, adornadas con azulejos de Talavera, herrería de estilo barroco, lámparas con herrajes, puertas de caoba labrada, pisos de losetas de cerámica roja, ventanas con bellos vitrales. Los lotes medían entre 400 y 500 metros. Todavía se pueden admirar casas de ese tipo, una de ellas es la de la señora Castillo Mena. La primera sección abarcaba de Presidente Masarik (que entonces se llamaba calzada de la Piedra Redonda, porque había en la entrada una rueda de molino) a río Polanco (hoy Campos Elíseos), y de Arquímedes a Molière. Después se fue ampliado hasta alcanzar la amplitud actual. En ese entonces el metro cuadrado construido costaba entre 80 y 100 pesos, y hoy vale entre 1500 y 3000 dólares.
Durante la presidencia de Lázaro Cárdenas (ver recuadro) se puso la primera piedra de Polanco. Cárdenas cambió su residencia oficial del Castillo de Chapultepec a la Hacienda de la Hormiga (hoy Los Pinos), próxima a Polanco. La Secretaría de la Defensa Nacional también se instaló cerca, y por ello los primeros pobladores de la colonia fueron militares, como los generales Francisco L. Urquizo y Joaquín Amaro (que vivía donde está ahora el Hotel Marriott), por mencionar algunos. También los presidentes Emilio Portes Gil y Miguel Alemán fijaron ahí sus residencias. Luego llegaron miembros de la colonia libanesa, de alto poder adquisitivo, y después de la judía. Más adelante, artistas del espectáculo, como: María Félix, Irma Serrano, Ernesto Alonso, Agustín Lara e incluso el pintor David Alfaro Siqueiros, quien vivía en la calle de 3 Picos, donde ahora está su museo.
El boom de la actualidad
Pero el auge económico y comercial de Polanco, según la cronista Gloria Villalobos, se dio después del temblor de 1985. Muchos estudios de abogados y compañías aseguradoras, financieras, bancarias, industriales, cuyas oficinas estaban en el centro histórico, se trasladaron a Polanco. También oficinas de gobierno y la mayoría de las embajadas, así como escuelas y universidades de primer nivel, museos, hoteles de 5 estrellas, grandes almacenes, boutiques, restaurantes y bares que estaban en la llamada “Zona Rosa”. “Con el temblor Polanco no sufrió desperfecto alguno, no se reportó ni una sola cuarteadura, por eso mucha gente prefirió vivir o poner su negocio en la zona”, dice Gloria. La gente fue descubriendo que la colonia está situada en un lugar privilegiado. En la actualidad vive una febril actividad multicultural con la presencia de los espacios verdes en parques y plazas, hoteles, museos, auditorio, boutiques y sus altos edificios. Hoy en día Polanco es como el corazón de México. Los mejores restaurantes, bares, discotecas y tiendas hacen que la gente se reúna en Polanco. Además, todos se quieren casar en sus iglesias y sinagogas. Sus restaurantes son de los mejores, donde acuden personajes destacados del mundo empresarial, político y artístico. En el Marriott está el exclusivo Club de Industriales, y entre los hoteles de famosas cadenas internacionales se pueden mencionar el Nikko, el Presidente, el Marriott y el flamante W.
Gloria Villalobos de Castillo Mena.| TANIA ZACARÍAS
Autora del Libro Yo, Polanco
Los altos edificios son otro signo de Polanco, entre los más notables están el de la Coca-Cola y el Omega (éste situado en Paseo de la Reforma, en su vestíbulo hay un mural de Carlos Mérida). Destacadas firmas rentan sus pisos, las más famosas automotrices del mundo, como BMW, Mercedes Benz, Volvo, Maserati, Ferrari, Cadillac, Ford, GM y Audi, entre otras, tienen su centro corporativo allí.
Gastronomía
En Presidente Masarik destaca el hotel Habita, con solarium, jacuzzi y Spa. El más antiguo de la colonia es el hotel Polanco, inaugurado en los años 40. Últimamente se han puesto de moda los hoteles minimalistas como Casa Vieja (en Eugenio Sue), el cual cuenta con nueve suites exclusivas para gente que quiere tener privacía. En cuanto a restaurantes se han multiplicado en forma escandalosa. Se pueden ver desde la fondita que vende comida corrida (para dar de comer a la población flotante: oficinistas, dependientes de tiendas, profesionistas) hasta los restaurantes caros y exclusivos. Casi todos los días se inaugura uno nuevo, de los cuales algunos tienen tradición, como el Churchill, que abrió sus puertas en los 40, en una casona tipo inglés cerca de Campos Elíseos y Periférico. De gran tradición es el Capri (ubicado en Julio Verne), fundado por la familia Chioino, su especialidad obviamente es la comida italiana. “Era el lugar preferido por los niños de los 50 (rememora la señora Castillo Mena), pues tenía en la planta baja futbolitos tan de moda entonces. También los adolescentes se citaban ahí”. Otros restaurantes importantes son: La Valentina, Los Canarios, La Torre de Castilla, Che-Wok, Don Amador (fundado por los dueños del famoso Prendes, que estuvo en el centro histórico) y naturalmente La Hacienda de los Morales.
Las compras
Las boutiques más exclusivas están en la avenida Presidente Masarik: Burberrys, Gianni Versace, Hugo Boss, Fendi, Hermenegildo Zegna; también las mejores joyerías y tiendas de diseño de novias. En cuanto a las tiendas departamentales, la primera en llegar en los 50 fue Sears, luego Liverpool (se instaló en lo que era una pista de hielo). Luego llegó París Londres, Suburbia y, más recientemente, El Palacio de Hierro. Polanco cuenta también con varias plazas comerciales donde se puede encontrar de todo.
A lo largo de la avenida Presidente Masarick se encuentran tienda de algunas de las marcas más exclusivas del mundo .|F. AXEL CARRANZA
El prestigio y Masarik
El estar de moda con su elitismo típico se ha mantenido con diferentes sabores por más de 60 años, y lo ha transformado en un clásico. Su arteria más glamorosa es la avenida Masarik, que se equipara con las avenidas más exclusivas del mundo, como la 5ta. de Nueva York, o Champs Elisées en París. En esa avenida noventa por ciento de las marcas más exclusivas del mundo tienen presencia, a un costo de renta del metro cuadrado que fluctúa entre 250 000 y 500 000 pesos. Entre ellas se pueden mencionar boutiques como Louis Vuitton, Chanel, Armani, Corneliani, Tiffany, Cartier, Armani, Tane, Bulgary, Hermes y Marina Rinaldi.
En cuestión cultural, dentro de los límites de la colonia están los museos: de Antropología, Rufino Tamayo y el Siqueiros; también el Conservatorio de Música. En su teatro al aire libre, Ángela Peralta, enclavado en el parque Polanco o de Los Espejos se ofrecen espectáculos culturales. “No cabe duda de que ha sido muy importante el desarrollo económico y social que ha tenido la colonia, pero a cambio dejó de ser un lugar residencial, donde todos se conocían y saludaban, aunque se debe reconocer que no se le ha quitado el toque elitista que siempre ha tenido y del cual los polanqueños nos sentimos orgullosos”, expresa la cronista.