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Las ciudades inteligentes del futuro no solo serán más eficientes, también más saludables. Gracias a tecnologías como la inteligencia artificial y los gemelos digitales, es posible anticipar riesgos, mejorar la vivienda y planificar entornos urbanos que prioricen el bienestar de todos sus habitantes.

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A medida que las ciudades crecen y la infraestructura digital madura, surge una oportunidad única: Aprovechar la tecnología no solo para gestionar mejor los servicios, sino para transformar la vida urbana en favor de la salud y el bienestar de sus habitantes.

 

En este escenario, apunta Dennis Dokter, responsable de ciudades inteligentes en Nexus, el concepto de ciudad inteligente se coloca en el centro del debate: Entornos interconectados que integran innovaciones como los gemelos digitales, capaces de traducir datos en soluciones reales para quienes habitan los espacios urbanos.

 

La vivienda es uno de los puntos neurálgicos de esta transformación. Factores como la humedad, el aislamiento deficiente o los sistemas ineficientes de calefacción y refrigeración afectan de manera directa la salud, especialmente en poblaciones vulnerables: Personas mayores, familias con bajos ingresos o residentes con enfermedades crónicas. Si a ello sumamos el aumento en los costos de la energía y la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, el riesgo sanitario se multiplica, impactando también a los sistemas de salud pública.

Frente a este panorama, la planificación urbana debe dejar de ser reactiva. Los algoritmos y la inteligencia artificial pueden analizar patrones de consumo energético, calidad del aire o movilidad, identificando con precisión dónde intervenir. Los gemelos digitales –modelos virtuales sincronizados con sus contrapartes físicas– son clave en esta tarea: Permiten simular y monitorear en tiempo real el funcionamiento de edificios, barrios o ciudades enteras, optimizando el uso de recursos y anticipando problemas.

 

 

Por ejemplo, al integrar datos del Certificado de Eficiencia Energética, los gemelos digitales pueden identificar qué mejoras en aislamiento reducirían facturas domésticas y riesgos para la salud. Esta información se convierte en una herramienta invaluable para urbanistas, gobiernos locales y desarrolladores, quienes pueden priorizar la rehabilitación de viviendas y el rediseño urbano con criterios de eficiencia y bienestar.

 

Sin embargo, estas soluciones tecnológicas requieren algo más que conectividad: Necesitan transparencia, participación comunitaria y decisiones éticas que eviten sesgos y exclusiones. Las ciudades inteligentes no pueden construirse solo con datos; requieren colaboración entre gobiernos, universidades, startups y, sobre todo, los propios ciudadanos.

 

En última instancia, una ciudad inteligente no es simplemente aquella que está conectada, sino la que integra la tecnología para ser más saludable, inclusiva y resiliente. Los gemelos digitales, la IA y el análisis masivo de datos ofrecen herramientas sin precedentes para avanzar en ese camino. La pregunta ya no es si podemos implementar estas soluciones, sino cómo lo haremos para garantizar que el progreso tecnológico se traduzca en bienestar real.