Esta forma de habitar —construcciones en obra negra, techos improvisados y muros sin aplanar— se ha convertido en una constante en las periferias urbanas y en zonas conurbadas del país.
La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU) estima que más del 63% de las viviendas del país han sido edificadas por autoconstrucción en alguna de sus etapas. Esta práctica predomina en alcaldías como Milpa Alta, Álvaro Obregón y Gustavo A. Madero, así como en municipios mexiquenses como Ecatepec, Tlalnepantla o Melchor Ocampo, donde muchas familias levantan sus hogares en terrenos irregulares o zonas de riesgo.
Para las nuevas generaciones que crecen en estos espacios, la vivienda inacabada se ha vuelto símbolo de esfuerzo y movilidad social. El anhelo de tener un techo firme o un cuarto adicional se transmite entre padres e hijos, consolidando un modelo de desarrollo habitacional informal pero profundamente arraigado en la cultura popular mexicana.
Un ejemplo de ello es Materiales San Cayetano Express, que ha impulsado talleres prácticos sobre técnicas de mezcla, uso de herramientas y colocación de materiales, con el objetivo de profesionalizar el trabajo de autoconstructores, mujeres y jóvenes que buscan mejorar o ampliar su vivienda.
La tendencia apunta a que la autoconstrucción seguirá siendo la principal vía de acceso a la vivienda para millones de familias. No obstante, el desafío es convertir este esfuerzo individual en un proceso seguro, planificado y sostenible, que transforme las casas en obra negra en verdaderos hogares consolidados.