Desde enero de 2020, cuando la Torre Ejecutiva Pemex en Ciudad de México amaneció con el grito inesperado: “¡Democracia sindical ya!”, donde decenas de trabajadores de la petrolera mexicana se concentraban frente al edificio, que en su día el rascacielos más alto del país, donde se exigía un cambio de representantes.
La dimisión de Carlos Romero Deschamps (que es otro tema pendiente) y la aprobación de una reforma para democratizar las asociaciones gremiales supusieron un revulsivo a los 80 años de hegemonía del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), uno de los más poderosos del país.
Cabe señalar que están en juego la representación de 100,000 afiliados y el acceso a la llave a la mayor empresa energética en México durante décadas.
Vientos de renovación
Ese sindicato, en el pasado, fue la caja chica el PRI. En 2001, el Gobierno de Vicente Fox, del Partido Acción Nacional (PAN), acusó a ese sindicato de haber desviado 33 millones de dólares, a la campaña presidencial del priísta Francisco Labastida, en un caso conocido como Pemexgate, el cual fue declarado prescrito en 2011.
Antes de la presentación de los candidatos, López Obrador señaló la importancia de ese sindicato.
“Pido a todos los que nos escuchan, que no dejen de escuchar a los compañeros porque, aunque tiene que ver con el sindicato de Pemex, que es una gran empresa y es un sindicato histórico que surge después de que se toma la decisión patriótica de nacionalizar el petróleo, es un sindicato con mucha historia de lucha en sus orígenes, además de que es importante en la historia del petróleo, en la historia del petróleo en México”.
Con información de El País y la mañanera.