Esto con la idea es intensificar las relaciones entre espacios, personas, paisaje y piezas de exhibición. El pabellón cuenta con dos accesos con el fin de volverse un recorrido a todo a lo largo de la fachada lateral del Museo.
La propuesta destaca a los visitantes como parte misma de la exhibición al generar una serie de reflejos en el interior, formados por el juego de espejos y de recorridos entre los patios. Por fuera, el pabellón es una pieza casi rectangular, de color negro, y por dentro el pabellón se abre y se multiplica entre reflejos, sombras, patios y la vegetación existente.
El proyecto se muestra como “un diálogo en tres partes: con el paisaje; con las personas que visitan el Museo o simplemente las que atraviesan el bosque; y con la historia, en el sentido que establece un diálogo con el edificio de Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky y con referencias al legado artístico de México, por ejemplo, con la obra de Luis Barragán y la capilla abierta de Mathias Goeritz, y con referencias a la obra internacional de Álvaro Siza”, informó Archdaily.