En repetidas ocasiones, en lo que va del siglo XXI, han ido creciendo los argumentos en torno a que los autos eléctricos son la solución a la contaminación causada por los vehículos de combustión interna (de gasolina), gracias a que sus baterías se cargan usando electricidad proveniente de fuentes renovables de energía.
Se calcula que antes del año 2030, al menos 145 millones de autos eléctricos circularán por las carreteras de todo el mundo con igual número de baterías, por lo que muchos investigadores, preocupados por la contaminación ambiental, se preguntan: ¿qué va a pasar con estas baterías cuando dejen de ser útiles?
“Es muy atractiva la idea de que un vehículo eléctrico no contamina con gases de efecto invernadero, pero si no contamos con los procesos para reciclar sus baterías al final de su vida útil, tendremos un problema muy grave de contaminación en tierra, aguas superficiales y subterráneas”, destacó Heberto Ferreira Medina, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM, Campus Morelia.
Aclarando ideas
La batería de un automóvil eléctrico, de los que se distribuyen en México, tiene una vida de entre cuatro y cinco años –explica–, que deben ser sustituidas porque pierden su capacidad de carga y potencia.
Por su parte, Alberto Beltrán Morales, del Instituto de Investigaciones en Materiales, de ese mismo campus, advierte: “No vemos sus efectos en la minería. Algunas investigaciones han encontrado un incremento de hasta 600% en la demanda de los metales indispensables para las baterías, como cobalto y níquel. Adicionalmente, su reciclaje es muy complejo. Es como buscar una aguja en un pajar”.
El ejemplo de los teléfonos móviles
Beltrán Morales ejemplifica con el problema que se vive con las baterías para celulares, su “reciclado necesita bastante energía para limpiar y desarmar las baterías”.
Aunado a ello, esas baterías tienen sus celdas unidas por pegamentos tan resistentes que es difícil desarmarlas, lo cual se ha convertido en un obstáculo económico, porque para sus fabricantes actualmente es más barato adquirir metales recién sacados de las minas que emplear materiales reciclados.
El investigador destaca que el Gobierno Federal debe impulsar políticas que fomenten desde ahora la industria del reciclaje porque en la mayor parte de los autos eléctricos el reemplazo de las baterías no será fácil. “será pedirle a los fabricantes para que el módulo de baterías se desmonte e intercambie fácilmente”.
Más basura
“Se requieren políticas públicas con las que tanto el consumidor, el proveedor, como los centros de reciclado, se puedan regular. En una investigación de la iniciativa internacional sobre basura electrónica en el ámbito mundial, se encontró que en México sólo hay una norma oficial mexicana, la NOM-161-SEMARNAT-2011, actualizada en 2013, que menciona lo que debemos reciclar y las sanciones por dejar de hacerlo o contaminar. El problema de esta norma es que nadie la respeta, ni los mismos basureros, porque no hay penalizaciones”, afirma Ferreira.
Falta divulgación y conciencia
Según los especialistas, desde el año 2000 el ambiente se sigue contaminando con desechos electrónicos. De las 1.2 millones de toneladas de basura electrónica que se producirán en México en 2021 (de acuerdo con cálculos de la iniciativa StEP), no sabemos cuántas estamos reciclando, y, sobre todo, cuántas baterías terminarán en la basura si no logramos al menos hacer visible el problema, argumentaron.
“Definitivamente, el gobierno deberá implementar regulaciones y acercarse a la academia, a los especialistas y fomentar cadenas de valor relacionadas con la industria del reciclaje. Nos guste o no, los vehículos eléctricos ya están aquí, y estamos a buen tiempo de regularlos, de empezar a preocuparnos por fomentar estas cadenas de valor de la industria del reciclaje relacionada con los autos eléctricos”, sostiene Beltrán.
“Debemos considerar que los autos eléctricos no son la panacea que nos va a librar de los problemas de emisiones de carbono a la atmósfera; recordemos que la energía más limpia es la que no se usa y que en todo lo que compramos hay energía involucrada. Tenemos que estar conscientes de eso”, concluyó Alberto Beltrán.
Con información de Gaceta UNAM