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A los mexicanos nos cuesta la modernidad. Somos muy buenos para voltear al pasado, pero pensar y planear nuestro futuro nos incomoda profundamente.

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Amamos las artesanías y la cultura popular pero nuestra innovación es prácticamente inexistente.

Los aztecas conocían la rueda, la utilizaban en juguetes, pero preferían cargar las piedras de sus construcciones en el lomo de sus súbditos.

La única y tardía aportación conocida de México a la revolución industrial es la maquina tortilladora inventada en 1963 por Fausto Celorio. Este extraño y ruidoso artefacto todavía es visto en pueblos y colonias populares pero las tortillas que todos apreciamos tienen que ser ' hechas a mano'.

Otro de nuestros problemas con la modernidad es la aversión a los edificios altos. La civilización humana en su desarrollo y expansión siempre ha perseguido una mayor altura en sus edificaciones como muestra de poder, dominio y avance tecnológico.

Un edificio muy alto no representa necesariamente la mejor opción económica ni funcional pero la humanidad nunca ha parado en su búsqueda de nuevos records de altura.

Las pirámides de Egipto fueron las construcciones más altas hasta el Siglo XIV y desde entonces los records han pasado por Estados Unidos, (Nueva York y Chicago) los países asiáticos (Japón y China) y ahora los Emiratos Árabes con alguna tímida entrada de Europa.

Actualmente el récord lo ostenta el Burj Khalifa en Dubai con 828 metros de altura pero siempre hay, en alguna parte del mundo, alguien intentando batir ese récord.

En México, la Torre Latinoamericana fue con 181 metros el edificio más alto entre 1956 y 1972. Fue desbancada por la Torre Pemex con 214 metros y luego ésta por la Torre Mayor que apenas tiene 225 metros, la cuarta parte de la torre de Dubai. Es decir rompemos récords de veinte en veinte metros.

Ahora la Torre BBVA con 235, Chapultepec 1 con 241 y la Torre Reforma con 246 metros son los más altos.

Los cuatro últimos están juntos sobre Paseo de la Reforma al final del Bosque de Chapultepec y conforman nuestro pequeño Manhattan.

La vista, viniendo por el circuito interior desde el sur con todo y todo es sobrecogedora. La altura, la densidad y la calidad arquitectónica de los cinco edificios que en conjunto llegarán a albergar a más de 20 mil personas en oficinas, hoteles y departamentos dan por primera vez en la historia de la ciudad una impresión de modernidad y cosmopolitanismo.

La Torre Mayor fue concebida por Paul Reichman el visionario hombre de negocios canadiense que invitado por Isaac Saba a invertir en el México del TLC.

Viniendo del centro de la ciudad paró el auto que lo transportaba y predijo que en ese lugar habría torres de gran altura; por lo menos una a cada lado de la avenida.

El mismo convenció al gobierno de la Ciudad de ayudarlo a comprar un cine abandonado y a reubicar una guardería del Seguro Social (IMSS) para crear un terreno en donde se levantaría el edificio más alto de América Latina.

Las críticas no se hicieron esperar. ¿Cómo un edificio tan alto en una zona sísmica? 'Van a chocar los aviones y los helicópteros'. 'Transgrede la dignidad de Paseo de la Reforma'. 'Compite con el Castillo de Chapultepec'. 'La avenida es un libro de historia abierto decía Silvio Zavala el eminente intelectual y así debe quedarse'.

La Torre Mayor tardó más de diez años en ser terminada por la crisis económica de 1995. Se concluyó en el sexenio de AMLO como Jefe de Gobierno quien lanzó un exitoso programa de regeneración del Paseo de la Reforma y pronto se empezaron a concebir la Torre Reforma y posteriormente la de Bancomer y Chapultepec 1.

Aunque la Torre Mayor se diseñó con una arquitectura de los noventas que ahora luce pasada de moda finalmente es un edificio digno. Los otros tres son buenas muestras de arquitectura. La Torre Reforma de Benjamín Romano con su detallado y espectacular diseño ha ganado merecidamente muchos premios.

La Torre Bancomer del arquitecto inglés Richard Rodgers y de Ricardo Legorreta es el edificio 'high tech' que México nunca tuvo.

Finalmente Chapultepec 1 fue diseñada por KMD y Francisco Martín del Campo como resultado de un concurso de arquitectura. Es un edificio de gran presencia y el único de los cuatro que no es únicamente de oficinas sino que alberga un hotel y departamentos en la esquina con las mejores vistas de la ciudad.

Esta concentración de torres demuestra muchas cosas positivas. Le da identidad a la ciudad; genera una gran cantidad de impuestos; crea muchos empleos y demuestra que es posible concentrar las actividades humanas y económicas que finalmente es la razón de ser de las ciudades.

Lo único que faltaría es la intervención pública para mejorar el espacio urbano en la pequeña zona. Un diseño inteligente, que se pagaría con una fracción de aproximadamente 75 millones de pesos anuales que aportan de impuesto predial las cuatro torres, mejoraría la imagen urbana, la movilidad y la seguridad de peatones, ciclistas y usuarios del transporte público.

En fin, un pequeño pedazo de Manhattan en la Ciudad de México.