Toda luna, todo año, todo día, todo viento, camina y pasa también. También toda sangre llega al lugar de su quietud, como llega a su poder y a su trono. Medido estaba el tiempo en que pudieran elevar sus plegarias. Medido estaba el tiempo en que pudieran recordar los días venturosos. Chilam Balam
El arte del mundo antiguo siempre ha sido una puerta misteriosa que sigue en pie, transportándonos a una línea de diferentes épocas, un mundo con otros significantes y representaciones que fascina por su avanzado testimonio que hoy es nuestro presente, ha quedado como unas ruinas, como un texto en forma de códice, como la osamenta fósil de aquellos esparcidos en la inmensidad de las eras. Pero también es aquel hilo de luz conectado de forma sutil.
Una historia cercana a 3,000 años, en la región que los historiadores y antropólogos llaman Mesoamérica y más específicamente lo que hoy son Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador, así como cinco estados que forman parte del sureste mexicano: Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán, adonde se extendió y desarrolló la civilización maya.
Se trata de una sociedad que dio origen a diferentes ciencias, castas sociales y corrientes artísticas. El desarrollo de esta civilización se refleja en el cambio de su arte y hábitat; la historia de esta cultura se categoriza en tres etapas: preclásica, que abarca del año 1000 hasta el año 320 de nuestra era; el periodo clásico, cuya fecha estimada se inicia en el año 320 al año 987, y el posclásico, que se ubica desde el año 1000 a 1687.
La mayor riqueza artística de la Riviera Maya comenzó en el periodo cllásico, en el cual la alfarería y la ornamentación forjaron madurez; sostuvo una importante expansión arquitectónica con la que construyó ciudades que se han vuelto grandes centros turísticos como Tikal, Uaxactún, Uxmal, Palenque, Yaxchilán, Copán, Bonampak, entre otras. Donde se conserva en los templos la decoración con relieves de estuco pintados o con tallados directos sobre la piedra.
Pero su tesoro resplandece en la representación de su estilo de vida, manifestado en dibujos y pinturas expuesta en papel o al fresco, los tallados en alto y bajo relieve, así como en creaciones de barro, hueso y piedras preciosas como el jade y la obsidiana, estas últimas muy exclusivas que sólo estaban destinadas para la nobleza maya.
Su alfarería expone su historia en la cotidianidad de aquel tiempo, grabado en cerámica policromada o en las estelas con textos (su iconografía) que testifican hazañas en la guerra. Aunque quedan pocas de este tipo de ornamentas, la mayoría son elementos que representan personajes simples o réplicas de sus deidades como el Vaso, estilo códice presente en la sala permanente del Museo Nacional de Antropología e Historia, que representa parte del ciclo mítico sobre la muerte y resurrección del dios del maíz Nal y fue descubierta en la zona de Calakmul.
También fascinantes son las figurillas de esta cultura que mostraban la representación de sus dioses en incensarios, como la descubierta en la zona de Dzibanché, Quintana Roo, representada por una deidad descendiendo con flores en la mano o un disco procedente de la finca La Esperanza, en Chinkultik, a 55 kilómetros de Comitán, Chiapas, que tiene grabado la fecha y el marcador de un juego de pelota y al centro un jugador del mismo.
Pero no solo es alfarería lo que detonó el arte entre esta sociedad de la península y Centroamérica, sus ciudades que equilibraron el diseño, la ciencia y su ideología son un claro ejemplo de la percepción de su mundo. Su principal diseño, basado en la astrología y topografía regional, se adaptó en las ciudades como reminiscencia de una arquitectura monumental observadas en Palenque, Uxmal, Tikal, Quiriguá, Tajín, Copán y Tulum, entre otras sociedades del Atlántico.
La arquitectura e ingeniería avanzada de los mayas dejó una sorprendente exhibición de formas y efectos en honor a sus deidades, tal es el caso de uno de los principales centros que hoy se considera parte de las siete maravillas modernas: Chichen Itzá, adonde se logra ver -durante el equinoccio de primavera- el descenso de una serpiente desde la cima hasta la base de lo que se conoce como el “Castillo de Kukulcán”.
Las esculturas más conocidas de esta sociedad son los monolitos que conocemos como estelas, las cuales adornaron desde la entrada de las ciudades, las calles y cámara mortuorias. De estos monolitos mayas, el más grande es la Estela E de Quiriguá, mide 10.5 metros de altura, con un peso de 65 toneladas, muestra grabados en tres de sus lados. Esta piedra histórica se encuentra en la zona arqueológica de Izabal, Guatemala. Otra de estas piezas monolíticas, es la muy conocida Estela de Pakal el Grande, descubierta en 1949 por el arqueólogo Alberto Ruz de Lhuillier en una cámara secreta de Palenque, Chiapas. Esta lápida está labrada en una laja de piedra que fungía como tapa del sarcófago, cuyo peso aproximado es de cinco toneladas.
Más cautivante son las obras que se realizaban sobre minerales preciosos como el jade y la obsidiana destinados a los nobles, que aunque no presentaba grabados o iconografías pictóricas tenían el acceso a una orfebrería artesanal hecha de estos materiales, así como de playa y oro, donde encontramos ejemplares de gran valor como la máscara mortuoria hecha en jade del señor Pakal, y la conforman delicadas cuentas de jade afinada con ojos de concha y piedra, otra pieza facial es la máscara del dios Murciélago, descubierta en Monte Albán, Oaxaca, en el sur de México, y está conformada por varias placas superpuestas de jade, finamente pulidas y que, reunidas, conforman la imagen asociada al inframundo y la muerte.
Sus espectaculares joyas lograron un nivel artesanal sin precedentes, como el pectoral de Yanhuitlán, también en Oaxaca, el cual da forma a un chimalli (escudo de guerrero en náhuatl) con 11 cascabeles que cuelgan de su circunferencia, la cual fue labrada en oro y turquesa y fue descubierta
en 1985.
Aunque muchas obras de arte de esta civilización se han perdido por las conquistas o los cambios del tiempo, las que sobreviven muestran el valor que tiene ese pasado de la cultura maya. Arte que estuvo oculto en la selva mesoamericana y que hoy resurge de esas tierras vírgenes.
Texto:Fundación Armella
Foto: wkp, idls, lage, bp