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Museo del Prado quinta esencia del arte ibérico


Catalogado como uno de los 10 más importantes recintos del arte a nivel mundial, el Museo del Prado, ubicado en la capital española, alberga más de 800 años de arte emanado de la virtud y la mente iconoclasta de los grandes maestros de la plástica ibérica y europea de todos los tiempos.

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Sin embargo, quizá su más grande obra, no es un lienzo ni una escultura sino haber puesto a los ojos del gran público, lo que antes sólo era accesible a la alta monarquía.

Posarme frente a él fue toda una experiencia.

Velázquez -la leyenda viviente de la plástica española- se encontraba ahí, clavando su imponente mirada sobre los ojos de cada uno de los que llegábamos al blanco recinto de columnas dóricas y neoclásica estampa del que es guardián, el Museo del Prado.

Su actitud y parsimoniosa postura sobre el sillón -la misma con la que sostiene en manos paleta y pincel, para esbozar cada día y noche que transcurre desde que colocaron su metálica escultura, en 1899 nos anunciaba más que una bienvenida un viaje fantástico a través de más de 800 años de historia, con lo que el Del Prado, ha ganado la reputación de ser uno de los 10 museos más importantes del mundo.


La nevada o El iinvierno Cronología 1786-1787

 

Aquella fue una tarde del pasado verano madrileño. Una vez que me aseguré del desenfado en el rostro de mi anfitrión, me adentré en el soberbio inmueble, maravilla del insigne arquitecto Juan de Villanueva y que vio iniciada su construcción a finales del siglo XVIII, por orden expresa del Rey Carlos III.

Sara, una amable anfitriona del museo se acercó al grupo con el que entré.

Enseguida le cuestioné del porqué se consideraba tan valioso este museo. Ella desprendió una leve sonrisa, para luego decirme que sería muy simplista decir que el Museo del Prado es famoso por las obras plásticas que contiene, o bien, por albergar algunas de las colecciones más importantes creadas por los más grandes maestros del arte español de todos los tiempos. -Más bien- dijo, es importante porque fue uno de los primeros recintos en acercar el arte al pueblo, y todo mediante la venia de un rey. “Hoy esto es normal, pero en aquellos lejanos tiempos estaba fuera de lo ordinario, puesto que el acceso al mundo del arte era algo muy complicado, ya que se creía digno sólo para las clases acomodadas y la monarquía. Por ello, la apertura del Museo del Prado significó una verdadera fiesta del arte para propios y extraños”. Luego, expuso que la idea de crear un gran museo que albergara las colecciones reales surgió durante el reinado de Carlos III, cuando Antón Rafael Mengs -su pintor de cámara y consejero artístico-, sugirió al monarca tal acción.


Tiziano Vecellio di Gregorio Dánae recibiendo la lluvia de oro 1553.

 

Y es que hacia el siglo XVIII se crearon muchos museos en Europa comenzando por el Louvre de París, hecho que contribuyó a tomar esta misma medida en España. Sin embargo, se ha dicho en muchas ocasiones que el del Prado se pudo concretar realmente gracias al interés de

María Isabel de Braganza, mejor conocida como la reina Isabel La Católica, quien impuso el proyecto de crear un museo que pudiera dar cabida a las colecciones reales.

A partir de ese momento, el museo comenzó a construir una historia propia, que va desde transformaciones físicas del edificio, grandes anécdotas producidas por sus directores hasta aquellas que nacen de la obra, que hoy se encuentra expuesta o en sus bodegas, a la espera de salir para ser vista tanto en el mismo recinto como en alguna exposición itinerante.

Sara -mi anfitriona-, dijo que incluso éste fue un cuartel de caballería durante las invasiones napoleónicas al territorio ibérico, donde fue saqueado hasta dejarlo en ruinas. “Imagina, sus techumbres fueron desmontadas para hacer municiones con el plomo de las mismas, todo hasta que bajo dictamen del Consejo de Indias, se consideró restaurarle en un decreto firmado el 2 de marzo de 1818. La transformación más reciente se dio hace muy poco, cuando en 2008 se abrió una sala adjunta que le permitió ampliar hasta en 50% su capacidad de exhibición de obra”, continuó.

Obra

Una vez iniciado el recorrido, Sara me explicó que el Del Parado no es un recinto común. Otros museos -como el Louvre o la Tate Gallery de Londres-, cuentan con colecciones de prácticamente todas las escuelas y épocas; caso contrario a éste, en donde las colecciones fueron formadas por unos cuantos reyes aficionados al arte y donde, incluso, algunas de las piezas fueron hechas por encargo.

Quizá por ello, el pintor Antonio

Saura dijo alguna vez entre estas paredes:

“Este museo tal vez no sea el más extenso, pero sí el más intenso”. No obstante, el acervo con que cuenta es envidiable, enfatizó Sara. Se cuenta con murales románticos del siglo XII hasta el final del siglo XIX. Pintura medieval, renacentista y manierista con el protagonismo absoluto de El Greco y obra del periodo barroco de Zurbarán, Ribera y Murillo; bodegones de Luis Meléndez y Luis Pairet, considerado el mejor pintor español de estilo rococó; pintura española del siglo XIX posterior a Goya.


Claudio de Lorena Paisaje con el embarco en Ostia.

 

Continuamos el recorrido, mientras, pude percatarme que los corredores se hallaban cargados de un olor especial. Quizá sea por la antigüedad de pinturas renacentistas que enseñorearon a exponentes como Tintoretto y Tiziano o de estetas galos como Poussin, y alemanes como Durero y Mengs.

El espacio también expone esculturas griegas y romanas del siglo XVI, que llevan a la exaltación máxima de los sentidos.

No obstante, el grueso de las obras del Museo del Prado pertenece a la escuela española, misma que abarca un periodo muy amplio, desde los siglos XII hasta el XIX. Este hecho, dijo Sara, se debe a la importante labor del mecenazgo realizada por la Corona y por la iglesia, en favor del enriquecimiento de la pintura española.


Francisco de Goya Cristo crucificado

 

Tiempo y estilos

El Museo del Prado cuenta con obras insignes del periodo medioevo (siglo XII), en las que fundamentalmente se representa la temática del Dios Padre (Pantocrátor), así como diversas escenas bíblicas.

Asimismo, el museo ostenta una generosa colección de retablos y pinturas de los siglos XIV y XV, éstos últimos de los estilos francogóticos e italogóticos. En cuanto a los artistas del periodo gótico español, cabe destacar a Nicolás Francés, Juan de Peralta y Juan de Levi; toda vez que al finalizar este periodo, en España se desarrolló con gran proclividad el estilo hispanoflamenco, con artistas como Nicolás Francés, Juan de Peralta y Juan de Levi.

Referente al periodo Renacentista, Sara señaló que las primeras novedades de su tiempo y en poder de este recinto son obra del artista Pedro Berruguete; no obstante, en este periodo es indiscutible la supremacía tanto del El Greco como de Velásquez. Ya en el siglo XVII, la obra de Rubens como la de Van Dyck encuentran un lugar especial al interior del Del Prado, sin embargo, de igual forma se cuenta con excelente obra de mano de Juan Carreño de Miranda, Francisco de Herrera y el catalán Francisco Ribalta, cuya obra encuentra conexión con el realismo de Caravaggio.


Museo del Prado.

 

Grandes maestros

Con una seria expresión, Sara dijo que sería difícil en extremo señalar un protagonista del Museo del Prado, sin embargo no hay duda de que Diego Rodríguez de Silva y Velásquez -o mejor conocido por el mote de

“Velásquez”- ocupa un principalísimo espacio aquí, dijo Sara al llevarnos a una sala dedicada por completo a este artista. Ahí pudimos admirar las universalmente conocidas “Meninas”. De igual manera su “Cristo crucificado”, un par de obras que dejan sin aliento a todo aquel que se pose frente a ellas.

La anfitriona contó que Velásquez fue el principal exponente de la pintura española del Siglo de Oro. Sabemos que éste comenzó su formación a los 11 años en el taller de Francisco Pacheco, donde permaneció hasta 1617, momento en el que se estableció como pintor independiente.

Entre sus influencias más destacadas se encuentran Caravaggio, de quien se cree que desarrolló ese “tenebrista” estilo tan particular.

Luego de un tramo recorrido, llegamos al espacio exclusivo a Francisco de Goya, quien con “Las Majas” o “La Romería de San Isidro”, ganó un sitio en la historia no sólo española sino del mundo entero.

Goya nació en Zaragoza, España, pero entre el 1767 y 1771 residió en Venecia donde entró en contacto con el estilo neoclasicista que definiría su obra primera. Se dice que ayudado por Mengs, tuvo acceso a prestar sus servicios para la Corte española hasta convertirse en el pintor oficial de Carlos III, Carlos IV y Fernando VII, lo que le permitió realizar numerosos retratos de la monarquía de aquel reino.

En 1779 su estilo toma un vuelo sorprendente al volverse más expresionista,  tanto en sus temas como en su técnica.

La obra clave de esta etapa fue la serie de “Los Caprichos”.

Luego de la invasión napoleónica y sus enfermedades, de nueva cuenta la pintura  de Goya da un vuelco que lo coloca como precursor de la pintura romántica española y en donde destacan obras como “El fusilamiento del 3 de mayo en la Montaña del Príncipe Pío”.

Continuando con el recorrido, logramos dar con la obra de El Greco, un pintor español nacido en la Isla de Creta, quien luego de su vida en Venecia y Roma y de haberse influenciado por personajes como Miguel Ángel, Tintoretto o Tiziano, se mudó a Toledo hacia el año 1577 para trabajar sobre todo el arte religioso, el cual en su caso está caracterizado por un trazo muy alargado de los cuerpos.

Recorrer cada una de las salas no fue sólo un encuentro con algunos de los más grandes maestros de la pintura de todos los tiempos, sino al mismo tiempo, un encuentro con espacios y momentos inmemoriales que si bien es cierto han desaparecido, gracias al talento de estos hombres y a la visión de otros más para hacerlo posible, hoy podemos disfrutarlos.

Y así, deambulando de sala en sala y sin percatarme del tiempo transcurrido la noche había caído. Sara me encontró y luego de un breve intercambio de palabras, me llevó a la salida. Yo abandoné el lugar y al alejarme, una mirada pesaba sobre mi espalda. Al voltear, no sé cómo pudo ser pero una luz brilló en los ojos de Velázquez. Sólo decidí perderme en las calles madrileñas, como todos aquellos momentos pintados sobre los lienzos...