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El Bosque de Chapultepec, en la Ciudad de México, es uno de los grandes parques urbanos del mundo.

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Con 678 hectáreas en sus tres secciones se compara en extensión con Central Park en Nueva York que tiene 341; el Tiergarten en Berlín con 210 o el Bosque de Bolonia en París con 846.

 

La primera y la segunda sección son utilizadas intensivamente por los habitantes de la ciudad. El conjunto de museos de la primera sección es admirable tanto por su arquitectura como por sus exposiciones temporales y sus colecciones permanentes.

Aunque estas dos secciones albergan ambulantes y su mantenimiento deja que desear puede decirse que aportan mucho a la ciudad y a su población, tanto a la que lo visita como a la que sin pisarlo goza viéndolas y recibe sus beneficios ambientales.

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En cambio la tercera sección ha estado desperdiciada desde su creación en 1974. Conformada en la mayor parte de su superficie por barrancas, a pesar de estar cruzada por varias calles, ha permanecido inaccesible, descuidada e insegura. En una época grupos de perros feroces representaban un peligro para quien se aventuraba en ella. También las invasiones de los predios colindantes han sido un problema recurrente.

Ahora a las tres secciones iniciales se les une una cuarta: el Campo Militar con 125 hectáreas de extensión.

Esta superficie albergó durante décadas a la industria militar y a la fábrica de pólvora además de departamentos para algunos sectores privilegiados del ejército. Conformada por varias cañadas y un río vivo es sin duda la zona más bonita e interesante desde el punto de vista paisajístico y ambiental.

La oportunidad de conservarla estuvo a punto de perderse para siempre ya que en los últimos años del sexenio anterior se pretendió convertirla en un desarrollo inmobiliario de gran magnitud cuando la Secretaría de Hacienda intentó venderla para financiar nuevas instalaciones militares.

Afortunadamente para la ciudad el actual gobierno revocó la decisión optando en cambio por incorporar éste enorme terreno a las tres secciones existentes del Bosque de Chapultepec.

Sin debates

Sin entrar en el debate de sí es correcto invertir en Chapultepec a costa de los recursos de muchas instituciones culturales o de otros proyectos es claro que resulta relevante tener un plan maestro para nuestro mayor parque urbano.

Como dijo Gabriel Orozco el eminente artista contemporáneo, encargado del ambicioso plan, un parque no se termina en un plazo definido. Afortunadamente el crecimiento de los árboles no se ciñe a las fechas de inauguración dictadas por los políticos.

Aunque el proyecto ha resultado controvertido muchas de las acciones propuestas suenan razonables y deberían haberse instrumentado hace muchos años.

¿Quién podría estar en contra del saneamiento de la vegetación del bosque? Cualquier especialista sabe que los jardines deben cuidarse mediante mejoramiento de suelos, abonos, podas, derribo de árboles viejos y enfermos y siembra de nuevas especies.

Mantenimiento activo

Los parques urbanos de Nueva York, Berlín y París cuentan con un grupo permanente de jardineros que los mantienen con cariño, paciencia y perseverancia.

Mejorar la interconexión entre las tres secciones existentes y construir la conexión con la nueva sección cedida por el ejército mexicano ayudará mucho al uso del bosque por los ciudadanos. Una oportunidad se perdió cuando se construyó, hace apenas 10 años, el segundo piso del periférico.

Si éste se hubiera hecho subterráneo en el tramo de Chapultepec, la primera y la segunda sección hubieran formado un parque continuo desde la Avenida Constituyentes hasta la Fuente de Petróleos. Ahora se tendrán que construir uno ó varios puentes costosos y no tan elegantes pero que resultan indispensables para lograr esta conectividad.

Entre la segunda y la tercera secciones se atraviesa el Panteón de Dolores que aunque es un espacio público deberá integrarse de manera que siga cumpliendo su función pero deteniendo de manera definitiva su deterioro. En este caso, tampoco se trata de realizar grandes obras sino de mejorar y racionalizar lo ya existente.

Entre la tercera y la nueva –cuarta– sección el punto de contacto es muy estrecho y tiene que pasar por debajo de Constituyentes a la altura del Colegio de Arquitectos donde podría conectar con lo que fueron las instalaciones ecuestres del desaparecido Estado Mayor Presidencial. Esta obra indispensable puede ayudar a peatones, ciclistas y familias con niños a descubrir una zona que les fue vedada a muchas generaciones.

Otro tema es la conexión de las colonias populares de Miguel Hidalgo y Álvaro Obregón con el bosque. Hoy Avenida Constituyentes es una barrera muy difícil de franquear. Solucionar esto requiere un mejor manejo del tráfico de carga hacia la carretera de Toluca y un diseño inteligente de los cruces peatonales.

Tan solo imaginemos poder caminar varias horas dentro de un bosque urbano único visitando sitios de interés cultural y natural con espacios para excursionismos, picnics o bicicletas.

Las descritas son acciones que se pueden ir haciendo en el tiempo y que siempre agregarán valor al impacto ambiental, paisajístico, de recreación y de salud para los habitantes de la Ciudad de México.