Desde finales de febrero, cuando aún no había casos confirmados de Covid-19 en Islandia, autoridades del Departamento de Protección Civil y Manejo de Emergencias ya trabajaban para estar preparados.
A mediados de marzo, los contagios comenzaron a aumentar a un ritmo de casi cien por día y, en proporción de la población del país, esto fue mucho más rápido que la tasa a la que crecían los casos en Estados Unidos. A la par, el equipo de rastreo para la detección también iba en aumento. Hubo el registro de una mujer joven, tan activa antes de dar positivo, que había tenido contacto con casi 200 personas, todas fueron identificadas y puestas en cuarentena durante 14 días.
Asimismo, implementaron un fuerte cerco de seguridad en aeropuertos y lugares concurridos, en donde llevaron un proceso minucioso de escanear los aviones y cámaras de seguridad para conocer quién estaba junto a quién.
Para el 15 de mayo, las autoridades sanitarias habían evaluado a casi el 15.5% de la población que tuviera los síntomas, síntomas leves o que hubiera convivido con personas positivas.
Elizabeth Kolber, reportera del New Yorker, que estuvo en Islandia, reportó sobre otras medidas extremas en lugares públicos y otros medios de transporte para que el equipo de rastreo siguiera dando seguimiento a los casos.
Islandia nunca impuso un bloqueo o cuarentena generalizada. En Reykiavík fueron solo poco los negocios que fueron cerrados temporalmente, como clubes nocturnos y salones de belleza, que el día de hoy anunciaron su reapertura, luego de que la semana anterior se confirmaran solo dos nuevos contagios por Covid-19.
Finalmente, en cuanto a la tasa de mortalidad, Islandia cuenta uno de cada 180 casos confirmados, es decir, de 0.56 por ciento.