El desarrollo de una ciudad inteligente afronta diversos desafíos: en cuestiones de necesidad de energía, generación de islas de progreso y ciberseguridad; cuestiones que traen cambios en el entorno económico, político, social, diplomático y tecnológico.
A sabiendas de que las ciudades inteligentes requieren que la vida cotidiana se realice a través de dispositivos electrónicos o electromecánicos, con cierta capacidad de automatización, recurren al uso del Internet de las Cosas (IoT); lo que genera la codependencia a los sistemas electrónicos y potencia un incremento exponencial del consumo de energía.
En lo que respecta a las islas de progreso, la infraestructura inteligente en un edificio o en un área determinada, requieren de equipos y conocimientos especializados; los cuales, limitan el alcance en las ejecuciones de proyectos que beneficien a la sociedad. Al menos, así lo señala Adolfo Arreola García, profesor investigador de la Facultad de Estudios Globales en la Universidad Anáhuac México.
Ante esto, queda en evidencia que, al construir un edificio inteligente se utiliza tecnología de vanguardia y materiales innovadores; hecho que encarece el costo de la vivienda, limitando el acceso de la población en general a este tipo de inversiones.
En un escenario donde los criminales utilizan los medios digitales y el ciberespacio como instrumentos para lograr diferentes cometidos, es posible que tomen ventaja de la extensión y diversidad de un sistema hiperconectado; y sin una estrategia de ciberseguridad el impacto de la actividad ilegal paralizaría a una ciudad inteligente y a un país, como a Estonia en el 2007.
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