Cuando se asegura que el pasado fue mejor que el presente o se dice que el tiempo actual supera al pasado se corre el riesgo de quedar al margen de los avances. Pero si se retoman las lecciones de antaño con creatividad para transformarlas en ideas sustentables, entonces, se evoluciona. Prueba de ello es el regreso del adobe en el siglo XXI, material que en el pasado permitió a mucha gente hacer realidad el sueño de tener una casa propia. El adobe es considerado un material cien por ciento ecológico, un perfecto aislante térmico y acústico, que además no genera gastos energéticos durante su fabricación.
La construcción con adobe es casi tan antigua como la historia de la civilización, sus propiedades son tan favorables que pueblos distantes entre sí y con culturas completamente distintas construyeron con adobe desde sus humildes chozas hasta palacios y ciudades enteras. El adobe está hecho del material más abundante que existe, aquel cuyo nombre hemos escogido para nuestro planeta: tierra.
En México la mayoría de las viviendas humildes fueron construidas con adobe, por ello su uso se ha asociado con la construcción de baja calidad, y así, en la precipitada carrera por aprovechar los materiales y métodos de construcción modernos, aunado a las agresivas campañas publicitarias de las compañías cementeras a mediados del siglo pasado, su uso fue perdiéndose. Sin embargo, esa percepción ha cambiado y en estos tiempos en que buscamos opciones sustentables el adobe vuelve a tomar auge como un material cuyas propiedades son únicas y sus ventajas inigualables.
En 1982 construí mi primera casa con adobe, siendo aún estudiante de arquitectura en una prestigiosa universidad de la Ciudad de México, donde me enseñaron a diseñar y construir complejos turísticos, residenciales e industriales, a analizar y sintetizar la información necesaria para el correcto funcionamiento de aeropuertos, centros comerciales o ciudades enteras. Pero al averiguar algo tan simple, como el método para utilizar el material de mayor uso en nuestro país, me sorprendió el conocimiento superficial que los profesores tenían acerca del material, su uso, sus propiedades o su método constructivo. Fue como si el adobe hubiese entrado en un letargo, dando paso al bloque de cemento y arena, material que le da ese característico color a nuestras ciudades modernas y que, aunado a la estandarización de la arquitectura, ya sea en México o en la India, ha colaborado a hacer que la mayoría de los hogares, oficinas y espacios públicos sean lugares poco sanos, mal adaptados a su entorno, contaminantes y sin personalidad local.
Hacer esta primera casa de adobe, piedra, madera y barro me abrió las puertas de un conocimiento popular que se extendió mucho más allá del adobe, los materiales, el entorno, la forma y la tecnología apropiada, para llegar a lo que hoy es la tendencia principal en la arquitectura moderna y llamamos "arquitectura sustentable" o "verde". Esa que fusiona conocimiento y tecnología tradicional y moderna para lograr espacios sanos, confortables, no contaminantes, reciclables, de bajo impacto ambiental, con eficiencia energética y bien adaptados a su entorno y cultura.
El adobe cumple con todos los parámetros de la arquitectura sustentable, difícilmente se puede pensar en un material con mejores propiedades y ventajas, por no hablar de su versatilidad y belleza. Es un bloque hecho de tierra, arena, fibras vegetales, agua y secado al sol. Es abundante y versátil, respira, absorbe, evapora y regula, no se pudre, no se incendia, no entra la polilla, necesita poco mantenimiento, evita la humedad de manera que no habrá malos olores ni hongos, regula la temperatura, el grado de ionización idónea, permite el paso de aire limpio, dispersa sustancias contaminantes y canaliza la energía positiva. Su producción se logra con 3 % de la energía utilizada en la producción de los bloques modernos y es reciclable, no produce gases tóxicos, no hay desechos, no hay contaminación, no hay residuos, no tiene efectos secundarios ni padecimientos asociados a su uso.
Tradicionalmente se produce mezclando tierra arenosa y arcillosa con agua, se cubre y deja reposar por una noche, para dar tiempo a que el agua se incorpore a los demás ingredientes. Al día siguiente se le da forma y se compacta rellenando moldes de madera rectangulares o de cualquier forma que nos sea útil. Finalmente, se colocan en el piso, se desprenden del molde, se secan al sol hasta que estén lo suficientemente secos para poder manipularlos y se apilan de canto para que terminen de secarse y puedan ser transportados.
Al correr la era moderna se fueron perdiendo siglos de conocimiento acerca de la tipología y los materiales correctos para construir casas adaptadas al entorno. Si analizamos la arquitectura de los siglos anteriores al XX, tiempos sin energía eléctrica ni maquinaria que regulara nuestro hábitat para darnos confort, nos damos cuenta que en cada región se construía de una forma particular, con materiales locales abundantes, de manera que las casas estuvieran naturalmente bien adaptadas al clima, la luminosidad y el entorno en general. Se utilizaba tanto el diseño como los materiales idóneos para que el espacio fuera confortable y sano, por ejemplo, para generar y preservar el calor en la montaña o promover la brisa y disipar el calor en clima cálido. Se utilizaba un material versátil, abundante, de poco mantenimiento y gran durabilidad.
Paradójicamente, el siglo XX, el siglo del conocimiento y la ciencia, dio preferencia a materiales, tecnología y sistemas constructivos que se traducen en alergias, problemas respiratorios, dolores de cabeza y un aire viciado, característico de los edificios modernos, cerrados y regulados por maquinaria a grandes costos energéticos y que desprenden gases tóxicos. Es curioso que nos preocupemos tanto de la contaminación atmosférica y las condiciones de deterioro a la que hemos llegado, sin darnos cuenta de que pasamos la mayor parte de la vida entre los muros de nuestra casa u oficina, en la mayoría de los casos, un espacio construido con fines funcionales, ajustado a la economía y la moda y pocas veces diseñado con parámetros de salud y confort. Es tiempo de que nuestro hábitat vuelva a ser reflejo de nuestro entorno, nuestras aspiraciones y el bienestar común.
El adobe fue el material predilecto por la mayor parte de las culturas del mundo, sus resultados positivos perduraron milenios y se convirtieron en tradición popular, ahora este material tiene un resurgimiento en el ámbito mundial, ya sea como adobe, cob, tierra apisonada o bajareque, existen un sinfín de libros y un interés creciente de un público con ganas de vivir sanamente y ver un mejor entorno.
Han pasado 25 años desde aquella primera casa, lo que empezó como un interés por un bloque de adobe hoy se ha transformado en propuestas arquitectónicas distintas. Después de todo, siempre puede acudirse a la madre tierra en busca de refugio.
Texto:Arq. Michel Lewis
Foto: CALEARTH