Christo Javacheff, nacido en Bulgaria (Gabrovo, 1935) en el seno de una familia acomodada, estudia en las academias de Bellas Artes de Sofía y Viena, viaja a París y empieza a producir obras de marcado carácter conceptual. Desde finales de los años cincuenta trabaja en colaboración con su esposa Jeanne-Claude (Casablanca,
1935), quien también firma las obras desde la década de los noventa.
Primero lo había hecho en solitario, tanto con acumulaciones como empaquetando objetos de lo más diversos: desde máquinas de escribir a motocicletas e incluso árboles. No sólo se trataba entonces de una crítica al mundo del consumo o una rebelión contra el arte pop tan impregnado de marcas y tópicos que idealizaban el gusto popular, existía desde el principio una búsqueda estética clara unida a un deseo de sacar al arte de la pintura o la escultura tradicional. La tela y las cuerdas entrecruzadas añaden al objeto cotidiano una apariencia nueva que pronto se trasladará la naturaleza y al urbanismo.
En 1961 plantea su primer proyecto para “Envolver un edificio público”. Desde entonces al empaquetar, literalmente, paisajes y edificios provoca siempre la curiosidad del espectador, obligándolo a ver la realidad cotidiana de otro modo, se dota a los lugares de valor artístico y muchas veces a la vez posee de pilón un reclamo político, social o ecológico.
Su obra podría inscribirse en el llamado “Nouveau réaisme” grupo formado por el crítico Rene Restan y contrario al decorativismo en el que había caldo la pintura en los años sesenta y setenta. Se imponía entonces un nuevo realismo que nada tenía que ver con la representación sino con la realidad misma: las acumulaciones de objetos de Arman, las máquinas de autodestrucción de Tjnguely, los pinceles vivientes de Yves Klein,los restos del desayuno pegados en la pared de Spoerri, los bloques de chatarra comprimida de César... Todo esto tenía una raíz clarísima en los ready-maik de Marcel Duchamp, iniciados más de treinta años antes, y también con los cuadros de materiales reciclados del alemán Kurt Schwitters.
El dadaísmo parecía resucitado tanto en París como en Nueva York, donde Rauschenberg ya en 1949 había embadurnado de pintura una carretera sobre la que trazaba patrones conduciendo un automóvil
Surrounded Islands
Biscayne Bay, Greater Miami, Florida, 1983
Ford. Todos ellos buscaban dotar al arte nuevamente de un sentido plenamente creativo, transformador de la realidad pero desde la realidad misma del arte.
“En realidad, ¿qué es una escultura? La escultura es algo tridimensional que ofrece la posibilidad de rodearla. Pero eso es sólo el plinto de partida, ya que, cuanto más se aleja uno de la escultura, más amplio es el espectro de sus posibles significados y más diversos los modos en los que uno puede experimentar la escultura, “apuntaba el artista Christo, tratando de ofrecer un sentido mucho más amplio a las posibilidades del arte tridimensional.
También es necesario entender el concepto de Land Art (Arte de la Tierra), desarrollado sobre todo en Europa a finales delos sesenta, tras las secuelas del mayo francés en abierta rebeldía con el arte del momento y con su comercialización: trazar signos en lugares inaccesibles, erigir esculturas donde nadie pudiera verlas, alterar amablemente la geografía, pintar bosques, “de construir” una montaña.
Pero Christo también tiene que ver con el Arte fovera (Arte Pobre), que desprecia las técnicas y los soportes tradicionales, reciclando materiales diversos, muchas veces efímeros.
Entre todo este entorno de desapego absoluto de los canales habituales de distribución y venta de la obra de arte, la obra de Christo y Jeanne-Claude encuentra nuevas formas de desarrollo. Así, en volvieron una buena porción de acantilados de la costa australiana, rodearon con tela rosa once islas de la Bahía Biscayne de Florida, empaquetaron el Pont Neuf sobre el Sena parisino, colocaron miles de sombrillas simultáneamente en California (USA) e Ibaraki (Japón) sobre las colinas, los ríos, los campos. Inolvidable es el empaquetado del Reinchstag, dotando de un nuevo simbolismo de unión a un edificio histórico en la Alemania recién reunificada. En estos y en todos sus proyectos la dificultad técnica y la búsqueda de la belleza no están separadas de provocar al espectador, de generar sentimientos muchas veces encontrados, de hacer reaccionar al público muchas veces involuntario. Se trata sin duda de remover a la vez la conciencia estética y crítica; esta unión entre la intención y el logro, esta simetría entre la idea y la praxis, entre lo efímero y lo eficaz, hacen del trabajo de esta pareja de artistas una demostración empírica de que el arte todavía es útil y que todavía existe un arte de nuestro tiempo.
The Gates
Proyecto para Central Park, Nueva York, 1999
Durante dos semanas del mes de febrero pasado los artistas hicieron una instalación que consistía en llenar de puertas, de umbrales, los 37 kilómetros que ocupan los caminos que recorren Central Park, el más famoso parque de la Gran Manzana.
La instalación estaba compuesta por 7mil 500 estructuras metálicas, de casi cinco metros de alto, de las que colgaban vaporosas telas de color naranja, expuestas al capricho del viento. The Gates (Las Puertas) costó a la pareja nada menos que20 millones de dólares, que salieron íntegramente de sus bolsillos. Nunca tuvieron financiamiento de nadie, nada de marcas, instituciones culturales o entidades particulares siquiera, todo se pagó con la venta de 600 dibujos y croquis que muestran el proyecto desde su diseño inicial.
Siempre lo han hecho así, desde Wrapped Coast (1969), cuando envolvieron dos kilómetros y medio de acantilados en la costa de Litde Bay cerca de Sydney (Australia) con 90 mil metros cuadrados de tela y 6 mil metros de cuerda, desde entonces hasta estas “Puertas” del 2005 una veintena de obras monumentales de costosísima factura han sido realizadas de forma completamente independiente por esta pareja que vive en Nueva York desde 1964.
“No aceptamos becas ni sponsors. Somos artistas y queremos trabajar de forma totalmente libre, realizando nuestros proyectos como queramos y donde queramos, aunque no siempre podamos hacerlos cuando queramos...” apuntaba Jeanne-Claude en la rueda de prensa de inauguración
The Gates
Proyecto para Central Park, Nueva York, 1999.
A la pareja le costó más de 20 años, desde que empezaron a idear el proyecto, construir una instalación que apenas duraría 15 días.
“Esperamos más de 200 mil visitantes y beneficios para Nueva York por 80 millones de dólares”, afirmó entonces Michael Bloomberg, el primer alcalde de la ciudad que accedía al sueño largamente acariciado de la pareja de artistas.
En realidad, la instalación acabó atrayendo durante las dos semanas que duró el evento a más de 4 millones de espectadores (1.5 de fuera de la ciudad y más de 300 mil del extranjero), generándose una derrama económica de no menos de 250 millones de dólares, según la Corporación para el Desarrollo Económico de Nueva York. El turismo pasó, en esa temporada, de 13 por ciento habitual a 20por ciento. Durante dos semanas hoteles, restaurantes, museos y todo tipo de espacios de entretenimiento registraron beneficios considerables.
Wrapped Coast
Little Bay, Australia, 1968-1969
La obra de arte que otorga beneficios a la comunidad, la obra públicaque no esté emparentada con algúna marca multinacional, la obra que surge del puro deseo creativo llevando adelante un sueño en apariencia delirante, el arte autónomo financieramente que involucra sólo tangencialmente la parte comercial, el arte que antepone el deseo pero conserva la paciencia, este es un arte que merece la pena y al que se puede aplicar el calificativo de “vanguardia”, en el mejor de sus sentidos, de avance continuo, de progreso lógico. Esperamos con ansiedad la siguiente intervención de esta pareja en algún otro lugar del mundo.
Wrapped Monument to Vittorio Emanuete
Plaza del Duomo, Milán, 1970