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Aunque han existido ideologías y sistemas políticos que han intentado ignorar la ley de la oferta y la demanda, siempre termina prevaleciendo. En México, se subestiman las demandas de muchas variables, por ejemplo, en las ciudades.

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Una buena planeación consiste en la toma anticipada de decisiones para lograr un objetivo. Para diseñar desde una pequeña empresa hasta una ciudad es necesario entender las demandas –en el sentido numérico – para estudiar y ordenar la forma de satisfacerlas.

Aunque han existido ideologías y sistemas políticos que han intentado ignorar la ley de la oferta y la demanda, siempre termina prevaleciendo. En ocasiones parecen tener razón los defensores de la ley que comparan su inexorabilidad con la ley de la gravedad.

La Ley de la oferta y demanda es el principio básico de la economía de mercado. En un mercado de libre competencia hay un punto de equilibrio donde la demanda es igual a la oferta. Cuando la ley se incumple, se generan distorsiones que aumentan los precios o peor aún, disminuyen la oferta de un bien necesario.

 

La oferta se afecta por el costo de producción, la tecnología disponible, la competencia y las regulaciones gubernamentales. La oferta de bienes públicos, como la infraestructura, corresponde al estado y la de bienes privados, como ropa o bicicletas, a la iniciativa privada.

 

Hay ejemplos donde determinar la demanda es sencillo, es el caso de la educación. Si se conoce el tamaño de la población de un país, su tasa de crecimiento y la pirámide de edades, con simples sumas se sabrán cuantos niños requerirán espacio en una escuela primaria en cinco años o en secundaria en once años, y así sucesivamente. Pero en general entender la demanda es un tema complejo que requiere de buenas herramientas de análisis.

En México consistentemente se subestiman las demandas de muchas variables que se ven distorsionadas por intereses de grupo, intereses políticos de corto plazo, corrupción o, peor aún, simple ignorancia. Un gran ejemplo de este fenómeno son las ciudades. A partir de la crisis ambiental, la escasez de agua, la congestión y la falta de vivienda asequible, ha revivido una sana discusión sobre la planeación de las ciudades.

 

  La Ciudad de México demanda la construcción de 50,000 viviendas nuevas por año.

 

Múltiples ONGs, partidos políticos y los mismos funcionarios electos y designados sin un diagnóstico certero de las demandas y sin entender los números y magnitudes que estas conllevan, comparten la percepción de las mayorías de que las ciudades en México están mal planeadas. A partir de ese mal diagnostico proponen soluciones idealistas y poco factibles.

Para tener un mínimo de orden y planeación en las ciudades se necesita claridad en las demandas futuras de salud, educación, empleo, movilidad, agua, espacio público y vivienda para, con base en ello, diseñar políticas para satisfacerlas. Estas políticas deben prever su financiamiento y gestión.

 

 

Los expertos planificadores siempre reclaman mayor control de los procesos urbanos y creen que es a través de planes de zonificación de usos del suelo como se puede controlar el futuro. La realidad tiende a ser muy diferente y el principal factor es la demanda que siempre es infinitamente mayor de lo previsto. Así se crea escasez o se potencia al sector informal, el mercado negro o lo que bautizan como desarrollo salvaje y especulativo.

Cualquier ejemplo lo demuestra. La Ciudad de México, por su estructura demográfica, requiere construir 50,000 viviendas nuevas por año. En las últimas décadas se han construido en promedio menos de 10,000. Entonces no es sorprendente que los precios de renta y venta aumenten muy por encima de la inflación evitando que muchas familias puedan acceder a ellas.

 

Otro caso lo representa la movilidad urbana. Esta se incrementa por el crecimiento demográfico, la pirámide de edades –ahora hay más personas en edad de manejar– y el crecimiento económico. A mayor actividad económica más viajes de personas y de mercancías.

 

Cualquier carretera mexicana refleja esta demanda. El ejemplo más contundente es la saturación de tráileres en la autopista México–Querétaro. En cuanto a los autos privados la población en el país creció 30% en dos décadas pero el número de coches en 248 por ciento.

La Ciudad de México, con 2.8 millones de hogares tiene 5.6 millones de vehículos particulares –dos autos por vivienda– y la oferta de transporte público ha crecido muy poco. No es de extrañarse que los niveles de congestión y contaminación estén aumentando.

En algunos casos el mercado intenta generar la oferta. Si hay demanda de oficinas, los desarrolladores construyen edificios de oficinas; si hay demanda de ropa, muebles, comida y entretenimiento, los desarrolladores construyen centros comerciales.

 

Con una correcta planeación, las ciudades tendrían más ingresos y empleos.

 

Por eso vemos fenómenos de crecimiento inmobiliario desordenado en muchas ciudades mexicanas con mucha incomprensión de las autoridades y con franca inconformidad de grupos ciudadanos que los ven como afectaciones al medioambiente y a su calidad de vida.

La única salida es que los gobiernos de las ciudades y sus instrumentos de planeación prevean esas demandas y realicen el trabajo para evitar conflictos políticos. Así las ciudades tendrían más ingresos y empleos generando un círculo virtuoso de desarrollo ordenado.

En conclusión, el desarrollo de la sociedad y de la economía crea demandas de bienes públicos y privados que no están siendo satisfechas generando distorsiones que impiden un mayor crecimiento económico y una mejor calidad  de vida para muchos.